El hombre que pudo filmar

21 Oct El hombre que pudo filmar

 

«El hombre que pudo filmar» es una película sobre la trayectoria, como realizador cinematográfico, del cineasta valenciano Antonio Llorens. No es su faceta profesional más conocida —e, incluso, reconocida—, ya que su principal influencia en el panorama cultural valenciano procede de su actividad como crítico cinematográfico en la Cartelera Turia o como programador en los cines pioneros de la versión original en nuestra ciudad, los Albatros y los Babel, y en la (siempre) turbulenta Mostra del Cinema del Mediterrani. Pero yo he querido dirigir la mirada hacia el principio, cuando Antonio comenzó el camino. Y esos primeros pasos fueron en la realización cinematográfica. Cuando, a caballo entre los años sesenta y setenta del siglo pasado, comenzamos a rodar cortometrajes en súper 8 mm., dentro de aquel efímero movimiento que se conoció como el cine independiente valenciano.


El impulso ha sido, pues, similar al que me llevó a realizar «Big Bang Morea», sobre el desaparecido pintor valenciano José Morea. De un lado, mi profunda relación con el personaje, mucho más todavía con Antonio, ya que fuimos compañeros en el mismo colegio religioso y más tarde comenzamos juntos en casi todo. Y del otro, en realidad el más importante, la lectura que podría trascender de su trayectoria, esa meditación acerca de la vida, la libertad, el compromiso y el arte que siempre tiene vocación universal. Eso es lo que he pretendido en ambos casos, por un lado dar a conocer al personaje y, modestamente, perpetuarlo para el futuro en una obra que nunca muere; y por otro, provocar en el espectador unas reflexiones que, si bien vienen propiciadas por la trayectoria del propio personaje, exceden al mismo porque afectan a todos en la medida que cada uno desee.


Tuve claro desde el principio que, al igual que hice en mi anterior trabajo, yo iba a estar dentro del documental. No se trata del personaje, sino de mi mirada sobre el personaje y ya saben todo aquello de que el observador altera… De lo que, en cambio, no fui consciente cuando comenzamos con las grabaciones era de que, contemplando la trayectoria de mi amigo y compañero Antonio Llorens, me iba a encontrar con un espejo que me estaba devolviendo mi propia trayectoria. Y, probablemente (esto ya no me atrevo a afirmarlo), la de aquella generación que vivió el sueño del cine independiente valenciano de los años setenta. Aquel grupo de jóvenes que lo recorrimos todo sin llegar a ninguna parte.


Toda esa necesidad de contar este personaje, esta historia, debía encontrar un modo de producción. Precario, como siempre ha sido en nuestra trayectoria, pero dentro de la precariedad también hay grados. Fue entonces, mientras barajaba diversas opciones, cuando me di cuenta de que, para hablar de cuando comenzó todo, tenía que regresar al principio. A ese cine de guerrilla en el que Antonio y yo nos iniciamos a finales de los años sesenta. Recuperar aquel aliento, aquella libertad y también batallar de nuevo con las limitaciones que esa aspiración siempre impone. Se trataba, pues, de hacer una película NO profesional, una película «sin papeles», como las que hicimos entonces. Eso es «El hombre que pudo filmar».

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