26 Jun Land: el dolor es intransferible
La excelente actriz Robin Wright —con experiencias tanto en el cine más comercial como en otro de planteamientos más independientes desde que deslumbrara en La princesa prometida— debuta en el largometraje —ya había realizado un corto y dirigido algunos episodios de la reconocida serie House of Cards, que protagonizaba junto a Kevin Spacey— con esta intensa película en la que ella misma ejerce de protagonista absoluta y que nos propone una meditación sobre el dolor humano a partir de la historia de una mujer que ha perdido a su marido e hijo y trata de encontrar un imposible alivio en la soledad más extrema.
La anécdota es muy sencilla y como tal está narrada por la cineasta, con sensibilidad y sin innecesarios subrayados (los flash backs de su pérdida familiar están bastante ajustados en número y carga melodramática), lo que no impide la existencia de una pequeña y brillante trama asociada al personaje interpretado por Demián Bichir, que nos va dejando pequeños detalles (la silla, sus propias motivaciones, su ausencia) que la película resuelve finalmente.
Una historia de redención interior que desmitifica en su primera parte el sueño urbanita de instalarse en la naturaleza y ser autosuficiente, de tal modo que la aspiración de la protagonista de vivir a solas con su dolor se ve frustrada por su propia imposibilidad de sobrevivir en ese entorno. Será la aparición del cazador que acude en su auxilio —una «coincidencia» que la película justifica con solvencia— la que no solo le permitirá seguir viviendo (físicamente), sino que también le abrirá la puerta de una inesperada y no deseada redención.
Todo ello narrado con mucha intensidad y con una digna integración del paisaje en la historia, tanto la exterior como la interior, sin caer en los excesos y tremendismos que el propio argumento pudiera propiciar, especialmente en unas escenas finales de alto voltaje, y consiguiendo que el espectador acompañe a esta mujer en su dolor, sus dudas y sus caminatas por una naturaleza tan espléndida como áspera. No es ninguna obra maestra, tampoco creo que nadie lo pretendiera, pero es una película muy estimable, que emociona y que perdura en el recuerdo cuando concluye en un preciso plano final.
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