The Planet of the Humans

29 Jun The Planet of the Humans

 

Hace algunos días, me encontré, casualmente, en el periódico con la noticia de que un icono de la izquierda radical norteamericana como Michael Moore estaba siendo atacado por su última película (en la que ejerce de productor, pero no de director) por aquellos mismos que lo habían venerado por sus anteriores trabajos. La causa parecía ser que, según contaban, esta última película denunciaba algunos fundamentos de la economía verde y, en consecuencia, dejaba rendijas abiertas para los negacionistas del cambio climático. Ni que decir tiene que me dispuse a conocerla de inmediato, porque no hay nada que más me fascine que los heterodoxos y si se trata de héroes convertidos en villanos, todavía más.


La película en cuestión es «Planet of the humans» (Jeff Gibbs, 2019), título que alude, voluntariamente, a la famosa película protagonizada por Charlton Heston. Está concebida y narrada a la manera de Michael Moore, aunque Jeff Gibbs domina menos ese personal panfleto provocador del gordo Moore y en las escenas de montaje apela más al sentimiento Disney que a la rabia de Los miserables. En cualquier caso, la película resulta muy recomendable como testimonio de algunas supuestas mentiras de la economía verde y sus diversas energías renovables, eólicas, solares, biomasas y biocombustibles.

Y, desde luego, no muestra ninguna proximidad con los negacionistas del cambio climático, solo cuestiona la complacencia universal con un modelo energético (verde sostenible) que, según su visión, presenta bastantes agujeros y responde a otros tantos intereses. Algo que uno ya sospechaba, porque cuando una idea o un proyecto son aplaudidos con el mismo entusiasmo por un político como Al Gore, un multimillonario como Richard Branson y una adolescente convertida en símbolo por los medios como la Greta nórdica… mal vamos.


Al final, lo que plantea la película está más próximo de esas (sorprendentes) teorías del decrecimiento que de la voracidad del ultracapitalismo liberal, pero esas soluciones que parece apuntar en sus conclusiones no son lo que importa, sino las sombras y las dudas que nos ha abierto en un monolito del «progresismo» como son las energías renovables y la economía verde. Tener posiciones definidas y decididas frente al (incuestionable) cambio climático y frente al modelo energético de nuestro primer mundo no significa no pensar y no cuestionarse las cosas, aunque eso termine provocando grietas en ese monolito que algunos pretenden convertir en dogma de fe. Eso es lo que hace este estimable y polémico trabajo.

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