Fonoescena 12: La superproducción italiana

04 Jun Fonoescena 12: La superproducción italiana

En esta progresiva acumulación de recursos del lenguaje y modelos de producción que caracteriza el nacimiento del cine, la gran aportación del primer cine italiano es la superproducción —en su caso de carácter histórico—, un concepto que hoy cualquier aficionado asocia a la gran pantalla.
El cine italiano tuvo una meteórica ascensión en los primeros años del cine y una prematura decadencia asociada a la I Guerra Mundial, que algunos textos vinculan, metafóricamente, con «la caída del imperio romano». En ese breve periodo de tiempo, la industria italiana inventó la superproducción, el cine concebido como gran espectáculo, películas con muchos y grandiosos decorados, numerosos figurantes y secuencias con gran despliegue de medios. Un modelo que recogerá y ampliará la industria norteamericana, bautizándolo como film mamut, y cuyo máximo exponente será Cecil B. de Mille («Los diez mandamientos», «Sansón y Dalila», «Cleopatra», pero también con ejemplos fuera del género, como «Los inconquistables» o «El mayor espectáculo del mundo»).


Uno de los primeros antecedentes de la superproducción italiana fue el pintor y cartelista romano Enrico Guazzoni (1876 / 1949) con «Jerusalén libertada» (1911) y «Quo vadis» (1912), una película de 2.000 metros basada en la novela del polaco Henryk Sienkiewicz. Muchas de estas películas tomaban como fuente de inspiración la Biblia, que no generaba derechos de autor, hasta el punto que, en 1913, Pio X, molesto con esta «usurpación», condenó la frivolidad con que la pantalla abordaba los temas religiosos y llegó a prohibir durante un tiempo la utilización del cine en la enseñanza religiosa.


La película que afirma definitivamente esta tendencia es «Cabiria» (1914), realizada por Giovanni Pastrone (1883 / 1959), que tiene dos horas de duración, sitúa su acción en el siglo III antes de Cristo y costó más de un millón de liras. La película introdujo interesantes novedades técnicas, especialmente la escenografía en tres dimensiones (superando los decorados pintados en una tela), que abrió el camino a la organización arquitectónica del espacio escénico. Otras importantes innovaciones fueron la utilización de planchas de vidrio sobre fondos pintados para simular el mármol de los palacios, un procedimiento que se empleará durante muchos años en las películas históricas; y la utilización, en algunas escenas, de unos primitivos efectos de luz artificial, toda una novedad en esos años, mediante proyectores y reflectores: los sacrificios en el templo de Moloch y, especialmente, en el incendio de la flota romana con el juego de espejos ideado por Arquímedes.


Pastrone buscó la colaboración del poeta Gabrielle D’Annunzio (1863 / 1938), uno de los intelectuales de referencia del fascismo italiano, que se encontraba refugiado en Francia tras la condena de sus obras por la Iglesia y el acoso de los acreedores. Aunque su participación efectiva, más allá de cobrar 50.000 liras, es puesta en duda por algunos especialistas, lo cierto es que los intertítulos de la película muestran —negativamente— una extensión y una afectación literaria superior a lo habitual en el cine mudo.
Se cuenta que Griffith, el padre del cine moderno, adquirió una copia de esta película y la estudió detenidamente, sirviéndole como modelo para el conocido episodio de Babilonia en su obra magna «Intolerancia» (1916).

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1Comment
  • Leandro
    Publicado a las 10:57h, 05 junio Responder

    Lecciones de cine para los ignorantes de este tema y su historia, describe espléndidamente los trucos y su evolución

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