Fonoescena 4: El primer cineasta, Alice Guy (I)

07 Abr Fonoescena 4: El primer cineasta, Alice Guy (I)

 

No hay un error de correspondencia de géneros en el encabezado ya que, con permiso de lo políticamente correcto, he usado el masculino en su acepción de neutro, de modo que incluye a los dos géneros. De este modo, Alice Guy no solo es la primera cineasta, que también, sino el primer cineasta. Pero, ¿qué queremos decir cuando le adjudicamos esta distinción?
El cine nace «fotografiando» la realidad, aunque sea en movimiento y aunque la manipule en ocasiones (el corto «El regador regado» que comentábamos en una entrada anterior), ya que, inicialmente, con esto bastaba para asombrar al espectador. Pero la ficción, la mentira, la fantasía, el engaño… la base de todas las historias, todavía estaba ausente de la pantalla. Su introducción se atribuye, con justicia, a Georges Méliès, por ser el cineasta que, con su «Voyage dans la lune» (1902),  nos trajo las historias que «no podían suceder» en la realidad, la esencia del cine que hemos conocido, conocemos y conoceremos. En otra entrada hablaremos del gran Méliès.


Pero antes del propio Méliès lo había hecho Alice Guy con un corto de un minuto escaso de duración realizado en 1896 (hay que recordar que la primera proyección pública había sido el 28 de diciembre del año anterior) y titulado «La fée aux chous / El hada de las coles», que ilustraba un cuento tradicional francés que dice que los niños, en lugar de traerlos la cigüeña como en España, nacen entre las coles. El corto es un plano general frontal en el que una mujer, una supuesta hada, va sacando recién nacidos en un campo de coles. Lo imposible había llegado a la pantalla.
Alice Guy tenía entonces poco más de 20 años y había acompañado, en calidad de secretaria, a su jefe Leon Gaumont, entonces propietario de una tienda de material fotográfico en París y con el tiempo uno de los mayores productores del cine francés, a la proyección que los Lumière hicieron de su primera película, «La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir», el 22 de marzo de 1895, en la Société d’Encouragement à l’Industrie Nacional en París.


Leon Gaumont se dio cuenta de las posibilidades del nuevo invento, aunque en un principio orientó el negocio a la venta de estos aparatos, de modo que las películas que filmaba solo tenían la función de «demostraciones» para los potenciales compradores. Fue Alice Guy la que le abrió la puerta de la ficción, tal como nos lo cuenta ella misma en sus memorias: «Pero Gaumont, como Lumière, estaba especialmente interesado en resolver los problemas mecánicos. Era una cámara más que poner a la disposición de sus clientes. Los valores educativos y de entretenimiento de las películas en movimiento no parecían haber llamado su atención. No obstante, se había abierto en la Rue des Sonneries un pequeño laboratorio para el revelado e impresión de tomas cortas: desfiles, estaciones de ferrocarril, retratos del personal del laboratorio, que servían como películas de demostración, pero que eran tan breves como repetitivas… Pensé que podría hacerse algo mejor que estas películas de demostración. Armándome de valor, le propuse tímidamente a Gaumont que podría escribir una o dos escenitas y hacer que unos cuantos amigos actuaran en ellas. Si el desarrollo futuro de las películas hubiera podido preverse en ese momento, nunca habría conseguido su consentimiento. Mi juventud, mi inexperiencia, mi sexo, todo conspiraba contra mí. Pero sí que recibí el permiso, con la condición expresa de que esto no afectaría a mis tareas de secretaria». De este modo, en un negocio en el que aún no se le veía ningún futuro, una secretaria pudo ser pionera del cine.

(Continuará)

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1Comment
  • Gerardo Rojo
    Publicado a las 23:34h, 28 abril Responder

    Sigue el interès creciente,bravo Pedro!

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