The other side of the wind: la obra póstuma de Orson Welles

02 Feb The other side of the wind: la obra póstuma de Orson Welles

 

Orson Welles, como seguro compartirá la gran mayoría de cinéfilos (no digo todos porque siempre hay algún disidente), es uno de los más grandes cineastas de la todavía breve historia de este arte. Capaz de proporcionarle un impulso definitivo con su primera película, Citizen Kane (1941), y capaz de obras mayores como El esplendor de los Ambersons (1942), Macbeth (1948), El proceso (1962), Campanadas a medianoche (1965) y tantas otras.


Su carrera, sin embargo, es un continuo accidente por su recurrente enfrentamiento con los grandes estudios de Hollywood y sus múltiples proyectos inacabados por falta de financiación. Entre ellos una versión de nuestro Don Quijote que, en 1992, conocería una (dudosa) versión ensamblada por Jesús Franco.
La última parte de su carrera, a partir precisamente de Campanadas a medianoche, es particularmente caótica a este respecto, con varios trabajos en diversos y atípicos formatos (cortos, documentales, televisión), muchos inacabados y la mayoría mal conocidos, entre los que se encuentra Fake (1973), una de las colaboraciones que tuvo con la cineasta de origen croata Oja Kodar que fue, además, su última pareja sentimental.


El último de estos trabajos que se dilataron / diluyeron a lo largo del tiempo, y que ha quedado como su obra póstuma, es The other side of the wind, iniciada, según cuentan sus créditos iniciales, por Orson Welles en 1970, a los 55 años de edad y a su regreso a Hollywood tras 20 años de ausencia. Un rodaje que se prolongó con sus correspondientes y eternas interrupciones hasta 1976 y que, a continuación, tuvo su calvario equivalente con el montaje, de modo que, tras diversos problemas de todo tipo que puedan imaginar, la película quedó inacabada a su muerte, en 1985. Cien horas de material filmado con un destino completamente incierto.


Netflix ha propiciado ahora una versión de esta película a partir de algunas escenas ya editadas por Welles y las anotaciones que el propio cineasta dejó en el guión. Una versión que, suponemos, diferirá más o menos de la que el cineasta tuviera en su cabeza pero que es la única que tenemos. Se trata de una historia situada en las tripas del cine que está protagonizada por John Huston y que cuenta en su reparto con nombres como Peter Bogdanovich, Mercedes McCambridge, Susan Strasberg, Lilli Palmer, Paul Stewart, Edmond O’Brien y, por supuesto, su compañera de vida y de proyecto Oja Kodar.


Para el cinéfilo irredento —entre los que me incluyo— el encuentro con todo este material tiene un componente mágico —la combinación Welles / Huston / última película disuelve las neuronas de cualquiera que haya vivido con el cine como norte—, así que toda nuestra gratitud a la plataforma Netflix por haber hecho posible la existencia de una película que nunca existió. Aunque manda aquello que haya tenido que ser el cine del streaming el que haya salvado una obra de la gran pantalla…


La película nos propone una ácida y descreída mirada sobre el cine de los setenta, más exactamente sobre la industria del cine de ese momento, con el fin del sistema de los grandes estudios y la irrupción de multitud de cámaras asociadas a un formato independiente —sin que por ello las personas que las manejan salgan mejor paradas—, una genial anticipación de la realidad digital de la actualidad con la posibilidad de filmar —perdón, grabar— al alcance de cualquiera.


Un trabajo difícil, un poco con las maneras narrativas de Fake, que desde luego no deja indiferente, aunque haya pasajes que nos interesen más que otros, y que en cierta manera traslada al universo del cine las sospechas de fraude e impostura que el cineasta planteara en la citada Fake. En cualquier caso, un encuentro mágico… para el cinéfilo irredento, claro está.

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