14 Oct El reverendo: la esencia del cine de Paul Schrader
Paul Schrader es un cineasta de prestigio, a pesar de la irregularidad de su trayectoria, que se inició como guionista de la película que dio a conocer a Martin Scorsese (con el que volvería a colaborar en más de una ocasión), la legendaria Taxi driver, y que, más tarde, como realizador, ha firmado algunos interesantes trabajos, como Light sleeper y Affliction, que insisten en esos conceptos de tormentos y redenciones vinculados a las ideas de culpa y de remordimiento cristianas —versión protestante— que ya se apuntaban en aquella obra. La película que ahora se estrena, First Reformed (en alusión al nombre de la iglesia en la que está destinado el protagonista), distribuida como El reverendo (evidencia de que sus distribuidores nacionales no han entendido nada), se suma a esa lista de estimables meditaciones, tanto que casi constituye la esencia misma de esas propuestas morales que animan el mejor cine de su autor.
Desde las primeras escenas nos damos cuenta de que nos encontramos ante un film a contracorriente —tanto por el formato elegido, un muy «antiguo» 1:1.37, como por el uso de un elemento tan denostado cinematográficamente como es la voz en off—, ante una obra tremendamente singular que, al margen de cuál sea nuestra valoración final, merece toda nuestra atención. Las novedades siguen sumando cuando el eje del conflicto, la contradicción que hace actuar (moralmente) al protagonista, un pastor de una de las muchas iglesias asociadas al cristianismo que hay en los USA, se sitúa en la degradación del medio ambiente, planteando un enfrentamiento entre los fundamentos morales de esa fe y el lento asesinato del planeta Tierra, que ha creado Dios, a manos del hombre. Un particular «silencio de Dios» que, en muchos momentos, recuerda la mirada del maestro Bergman, en particular de Los comulgantes, por la condición de sacerdote de su protagonista.
Pero siendo importantes las novedades —al fin y al cabo, uno sigue esperando de las historias en general y del cine en particular que le sorprendan— no agotan, ni mucho menos, las virtudes de esta película, que hace de conceptos tan universales como la culpa, el remordimiento, la redención y la piedad el eje de su discurso moral y, prácticamente, también el de su propia acción física. Aquí es dónde adquiere toda su estimable dimensión, construyendo un recorrido interior en el que los escasos personajes, sin perder nunca su identidad individual, ejercen, con sus movimientos y decisiones, de caja de resonancia de todos esos conceptos, que son los que, en definitiva, hacen avanzar la historia. Una meditación moral narrada, pues, desde el propio comportamiento de los personajes y de la historia, admirable. Atención a la larga secuencia final, brillante broche de una película casi imposible de duplicar.
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