05 Ago Nico 1988: la esencia misma de los malditos
Con la novedad de que un día antes se emitió a través de una plataforma de pago (Movistar), acaba de estrenarse en Valencia, en una sola sala (los Babel), la película Nico 1988, de la realizadora italiana Susanna Nicchiarelli, una cineasta que me resulta desconocida aunque ya cuenta con un par de largometrajes en su filmografía. Una producción italo-belga, con cuatro Donatellos (el equivalente italiano de los Goya españoles) en su haber, que llegó a España a través del Festival de Cine Europeo de Sevilla y que, anteriormente, se había presentado en el festival de Venecia, certamen en el que obtuvo el premio reservado a los nuevos talentos.
La película recrea, desde la ficción pero con un talante narrativo deudor del documental, los últimos años de la modelo y cantante de origen alemán Christa Päffgen, más conocida por su nombre artístico de Nico. Una mujer de intensa vida que conoció la fama durante su etapa en la factoría de Andy Warhol apareciendo en algunas de sus películas (The Chelsea girls, 1966) y sobre todo interviniendo como solista con el grupo The Velvet Underground en una grabación legendaria. Un pico de fama que le acompañaría siempre como una maldición y que oscurecería su ya oscura y subterránea posterior carrera en solitario. Enganchada a la heroína y con un hijo con todas las dificultades del mundo, Nico murió en 1988, con 49 años de edad, en la isla de Ibiza tras tener una caída con la bicicleta y sufrir, a causa del golpe en la cabeza, un derrame cerebral que, según parece, no fue bien diagnosticado.
La película indaga esta última etapa de su vida con la mirada puesta en su condición de artista maldita por excelencia, logrando un pleno en ambos caminos, como testimonio de una experiencia concreta, la de Nico, y como reflexión sobre la esencia misma del malditismo en el arte, con algunas escenas antológicas, como el concierto de Praga, una actuación clandestina, sin ninguna escenografía y con escasos (aunque entregados) espectadores, que terminará siendo cancelada por las (todavía) autoridades comunistas del país, en la que la cantante alcanza las mayores cimas de su arte.
Una película muy recomendable que sigue ilustrando esas extrañas y difusas fronteras que, en el buen cine y en la buena literatura, existen entre la realidad y la ficción, ya que a pesar de situarse, sin duda alguna, dentro de este segundo apartado, el de la ficción, el espectador siente por momentos que está asistiendo a un documental. Un documental sobre una vida especialmente rota y sobre un arte condenado a perderse por las alcantarillas de un sistema que mercadea con la fama y el éxito. La esencia misma de los malditos.
No hay comentarios