Hereditary y el moderno cine de terror

29 Jun Hereditary y el moderno cine de terror

 

Aunque presumo de no tener manías con los géneros cinematográficos, me puede gustar tanto un fantástico como una comedia o un western —siempre que se trate de una buena película—, lo cierto es que sí que hay algunos géneros que me tocan más el corazón y también hay otro —éste en singular, porque sólo hay uno— que me provoca cierto rechazo: el género de terror. Aunque esta afirmación conviene matizarla, porque hay un montón de muestras del género que me parecen excelentes, desde los clásicos de Tod Browning hasta ejemplos más recientes como La bruja, pasando por supuesto por Terence Fisher, Roger Corman y tantos otros.

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Lo que realmente me molesta son las expresiones rutinarias del género —que son la inmensa mayoría de sus producciones— dependientes casi en exclusiva de mecanismos propios de barraca de feria, del viejo tren de la bruja. Productos —entre ellos la aclamada Alien— que identifican el terror con el sobresalto y sólo pretenden la eyección de la adrenalina del espectador mediante golpes de efecto visuales y sonoros a lo largo del metraje, y unas tracas finales cargadas de sangre, de posesiones o de ambas cosas. Es un mal cine y por lo tanto no me interesa, como cualquier otro mal cine, pero en el caso concreto del terror, además, me molesta profundamente porque, tengo que confesarlo, no llevo nada bien eso de los sobresaltos.

THE WITCH

Sin embargo, recientemente han llegado a nuestras pantallas algunos productos de terror que, aunque mantienen algunos de sus recursos tradicionales —algo necesario para asegurar la conexión con un público más amplio—, incorporan elementos de personajes, de trama y de argumento que los convierten en sugestivas muestras del género, en buenas películas, dignas herederas de los grandes clásicos antes mencionados. Agradables sorpresas como la citada La bruja (https://www.elbosquedebirnam.com/2016/05/la-bruja-el-mejor-cine-de-terror/) o Get out (https://www.elbosquedebirnam.com/2017/06/get-out/), de las que ya me he ocupado en este blog, y Un lugar tranquilo (John Krasinski, 2018), estrenada hace apenas unas semanas, nos renuevan esa confianza en un género que, si bien nunca habíamos perdido, se nos estaba poniendo un poco cuesta arriba con tanto producto convencional y, más o menos, basurero.

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A esta selecta lista se una ahora la recién estrenada Hereditary, debut en la realización del joven cineasta neoyorquino Ari Aster, un relato que parte de uno de los terrores subyacentes en el género humano (como, por ejemplo, hiciera Corman con el terror a ser enterrado vivo en Premature burial / La obsesión): la herencia de nuestros antepasados que inevitablemente nos condena a un destino del que no podremos escapar, ya sea una mutación genética que nos alcanzará en forma de enfermedad o, como en este caso, una alteración mental vestida con ropajes paranormales. Los propios miedos del espectador proyectados y compartidos en la pantalla, como sucede en las grandes obras del género.

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Pero, en mi opinión, lo más interesante de la película es la mirada que efectúa sobre el núcleo familiar protagonista —incluida esa siniestra casa que constituye el escenario imprescindible—, un grupo humano pleno de fisuras y rencores que se encuentra en avanzado estado de descomposición. La escena de los reproches mutuos entre madre e hijo al respecto del accidente que ha sufrido la hermana pequeña es más terrorífica que cualquiera otra de la película. Un terror que sigue alcanzando al espectador ya que apunta al núcleo más profundo y sagrado de nuestra sociedad, la familia…

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Punto y aparte merece el casting de la actriz que interpreta a la hermana pequeña, unos diez años de edad, un inquietante rostro adulto en un cuerpo de niña que perturba todo lo que toca. Y otro punto y aparte, esta vez con mayúsculas continuadas, para Toni Collette, sencillamente impresionante. El mejor cine de terror posible en la actualidad, con sus tracas finales y sus guiños hacia mitologías ocultistas que me interesan algo menos —aunque están realizadas con gran dignidad—, pero hay que respetar las convenciones del género, aunque mucho me temo que su consumidor habitual se sentirá un tanto defraudado porque, en lugar de divertirse con los habituales clichés, se va a encontrar con algo que igual le asusta de verdad.

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