28 Ene Tres anuncios en las afueras
Una de las virtudes reconocidas de un relato de ficción —ya sea en su modalidad literaria o cinematográfica— es la complejidad, tanto de trama como de ambientes y de personajes. Tres anuncios en las afueras alcanza calificaciones muy altas en este último apartado, en el de los personajes, con algunos extraordinariamente construidos —los dos incómodos protagonistas, los de verdad, no la pareja que parece serlo al principio— aunque también con alguno que otro con ciertas sospechas de estar demasiado fabricado para sostener la reflexión moral que pretende la película —el jefe de policía que interpreta Woody Harrelson, con unos gestos de ultratumba muy «convenientes» para la trama—, bien entendido que todo está «fabricado» en una obra de ficción pero este andamiaje debe permanecer oculto a los ojos del espectador y en este personaje a veces asoman algunos puntales.
Aunque el punto de partida del relato es original e impactante —una «supuesta» madre coraje que paga tres gigantescas vallas publicitarias a la entrada del pueblo señalando a la policía por no hacer nada para encontrar al culpable de la violación y asesinato de su hija— y aunque desde la primera imagen la película hace gala de una puesta en escena muy eficaz y de una Frances McDormand tan grande como siempre, en los primeros minutos, cuando el autor está planteando el conflicto, no podemos dejar de observar que la puerta de la simpleza se encuentra abierta de par en par y nos tememos que el cineasta la cruce y se sitúe en ese confortable territorio en el que todo hubiera quedado reducido a un enfrentamiento entre el ciudadano honrado y valiente y una policía indolente y corrupta.
Nada de eso, pronto entra en escena la mencionada complejidad y la buena ficción comienza a crecer en ese cultivo de grises que siempre le ha resultado tan propicio. Ni nuestra madre coraje carece sombras —ese único y demoledor flash back— ni su compañero protagonista, el policía paleto, racista y violento que interpreta Sam Rockwell se queda anclado en el arquetipo anunciado sino que posee su propio y sorprendente arco dramático que, finalmente, le conducirá a un ejemplar y desolador desenlace protagonizado por una pareja absolutamente imposible en los primeros pasos de la historia.
Martin McDonagh es un cineasta un poco «traca» en sus propuestas, tanto en su afortunado y, en mi opinión, sobrevalorado, debut con Escondidos en Brujas, como en su segundo y más desafortunado trabajo, Siete psicópatas. La presente película, todavía tan sólo la tercera en su filmografía, está mejor armada y se permite menos salidas de tono, aunque todavía hay algunas escenas que me sobran —la del dentista—, situaciones con agujeros de verosimilitud —no comprendo por qué no detienen al poli que ha tirado a uno por la ventana—, y algunos recursos a los que no les sienta demasiado bien la «justificación» de manual utilizada —creo que el canalla final casi hubiera estado mejor «sacado de la manga» que apoyado en una casual escena anterior—, pero, con todo, no hay ninguna duda de que Three billboards outside Ebbing, Missouri constituye un film especialmente áspero y muy recomendable.
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