12 Dic El sentido de un final
La vida será, muy probablemente, un continuo en el que todo fluye y nada se detiene pero, como sucede con las obras de ficción, tiene dos puntos de giro a los que ninguno podemos sustraernos. Cuando todo va a comenzar y cuando todo va a terminar. El tránsito hacia la madurez y el tránsito hacia la nada. The sense of an ending, la película del cineasta indio Ritesh Batra —responsable de la interesante The lunchbox— que ahora se acaba de estrenar, explora precisamente los vínculos entre esos dos territorios tan antagónicos de la existencia.
La película se inspira en una novela del británico Julian Barnes, uno de los escritores contemporáneos más relevantes con alguna obra ya adaptada a la pantalla (Love, etc., de Marion Vernoux, en 1996, sobre Talking it over; y Metroland, de Philip Saville, en 1997), y nos sitúa a su protagonista, un divorciado padre de una hija y con escasa empatía con su entorno, en esos dos momentos de su tiempo separados por casi medio siglo, utilizando como puente entre ambos un suceso que su memoria ha enterrado pues, como bien dice la frase de lanzamiento del film —a veces la publicidad da en la diana—, no siempre lo que recordamos es la verdad.
Eso es lo que le sucede a nuestro personaje —un notable Jim Broadbent— hasta que la evidencia física de esa carta que «vuelve» le desnuda sus propios recuerdos y le obliga a concluir en el presente lo que dejó pendiente en el pasado: levantar la losa que oculta el secreto del suceso que ha pretendido borrar de su memoria. La película, que nos desvela lentamente la trama con una especial sutileza y elegancia, incluye algunas escenas memorables en las que el protagonista, en su edad actual, recorre los mismos espacios de los hechos de su juventud y se ve forzado a leerlos como entonces no quiso hacerlo, o como hizo y escondió en el desván de los recuerdos incómodos. En esos mágicos momentos la película alcanza todo su sentido y se revela como una obra particularmente certera a la hora de indagar en unos espacios profundos que son comunes a todos los seres humanos.
Una película realmente inquietante en cuanto nos invita a abrir esos cajones incómodos de nuestra memoria que mantenemos cerrados con una llave que sigue flotando en las aguas negras del pozo en el que la arrojamos porque por mucho plomo que le añadamos nunca se hundirá para siempre. La esencia misma del arte de contar historias.
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