Dunkerque

30 Jul Dunkerque

 

No soy de los que muestran una predilección excesiva por un determinado género cinematográfico y, en consecuencia, tampoco me rasgo las vestiduras ante ninguno de ellos. Tan magistral me parece un western como Centauros del desierto (John Ford, 1956), que un melodrama como La ansiedad de Veronika Voss (Rainer W. Fassbinder, 1982), o un noir como Carancho (Pablo Trapero, 2010), y el lector verá que he picoteado en cinematografías y tiempos muy distintos con la intención de proporcionar un concepto de «género» lo más amplio posible. Quizás el único género que justifique fobias y filias de similar intensidad sea el musical por su reiterada vulneración del principio de verosimilitud.

POST 072.2
El bélico es, no obstante, un género resbaladizo porque sitúa su acción en uno de los peores escenarios posibles de la condición humana, ese lugar en el que los hombres se matan los unos a los otros. Construir una historia y humanizar a los personajes en estas condiciones está sometido a dos peligrosos polos magnéticos de similar intensidad: de un lado el descreído, donde no hay nada más que muerte y desolación, y del otro el idealista, en homenaje a valores supuestamente asociados a la virilidad, como el valor o la camaradería. Ambos polos amenazan con arruinar la historia si ésta se deja arrastrar por alguno de ellos. Pero siguen existiendo obras maestras del bélico, como Sangre en Indochina (Pierre Schoendoerffer, 1965), que saben mantener esos dos polos en perfecto equilibrio.

POST 072.3
Dunkirk no es una obra maestra. Es una buena película pero, en mi opinión, no tanto como muchos, con sus respetables razones, han visto. Recrea un episodio tan dramático como épico de los primeros tiempos de la Segunda Guerra Mundial, justo al comenzar la invasión de Francia por las tropas alemanas. La evacuación de varios centenares de miles de soldados británicos, franceses y belgas atrapados en la playa de Dunkerque y amenazados pura y simplemente de exterminio. Una operación en la que participaron centenares de embarcaciones civiles procedentes de Gran Bretaña, algo que le proporciona al hecho unas resonancias épicas y colectivas  de indudable alcance. Buena prueba de ello es que el cine ya se ha ocupado de este acontecimiento en, al menos, dos ocasiones, una desde el lado británico, Dunkerque (Leslie Norman, 1958), y la otra desde el francés, Fin de semana en Dunkerque (Henri Verneuil, 1964), en ambos casos con resultados discretos en la más generosa de las valoraciones.

POST 072.5
Christopher Nolan, cuyo abuelo parece que murió en esa batalla, comenta que se trataba de una pequeña espina que tenía clavada y que se la ha sacado con la realización de esta película (con veinte millones de dólares y el 20% de la recaudación de taquilla como salario, con lo que la espina habrá saltado sola de alegría, estuviera clavada donde estuviera) que ahora se acaba de estrenar en las pantallas españolas. Nolan es, sin duda, un cineasta con sentido de la imagen, o de la imagen al gusto del siglo XXI. Es cierto que tiene talento para contar historias en la pantalla, aunque, y sigue siendo una opinión personal, no tanto como muchos le adjudican. Ni mucho menos.

POST 072.4
Memento (2000) valía justo lo que su envoltorio formal —una historia contada escrupulosamente desde final hasta el principio— le adjudicaba; la oscuridad de la saga Batman solo reluce en comparación a la pobreza de la mayoría del cine de superhéroes; El truco final (2006) dejaba al descubierto demasiadas costuras de artificio; Interstellar (2014) hacía lo propio con costuras de filosofía de andar por casa y Origen / Inception (2010) quizás sea su película más conseguida y no le voy a poner peros… al menos en público.

POST 072.7
Dunkirk es plenamente coherente con la trayectoria del cineasta: una envidiable complicidad con la imagen y un trabajo con el tiempo narrativo que recuerda las propuestas de Memento y que, aunque se justifica con los diferentes tiempos en los que sucede cada una de las tres historias que componen el film —la hora que tarda el avión en realizar su misión frente a la semana que estuvieron atrapados los soldados en la playa—, no me parece que aporte nada relevante a la historia e incluso me resulta un tanto gratuito.

POST 072.6
El planteamiento, como hemos apuntado al señalar las tres tramas que se cruzan, es coral con lo que esto implica de limitación para el desarrollo de los personajes y sus relaciones; y el tono es una calculada mezcla entre lo heroico y lo antiheroico que le funciona bastante bien, aunque en un lado y en el otro de la balanza termine tensando un tanto la cuerda: de lo miserable de la condición humana que representan los tres asustadizos soldados rasos que protagonizan el apartado de la tierra, o el traumatizado náufrago al que recogen en la trama situada en el mar; a la grandeza que asume el civil que conduce su embarcación en la trama anterior, el heroísmo del aviador que protagoniza la situada en el aire, o la entereza del comandante interpretado por Kenneth Branagh en el apartado playa. Eso sí, en todos los casos con los matices muy justitos.

POST 072.8
La película acierta al dotar a sus imágenes de la espectacularidad suficiente para atraer la atención —y el pasmo— del espectador pero al mismo tiempo no esconde la cara a la hora de mostrar la profunda miseria que encierra cualquier guerra. También acierta recreando, quizás de manera demasiado evidente, esos dos polos de la condición humana en situaciones extremas que son el valor y la cobardía. Y acierta menos cuando recurre a uno de los trucos más rastreros de la tradición cinematográfica, como “la salvación en el último minuto”, en el rescate del piloto que se ha visto obligado a amerizar en el océano.
En definitiva, una buena película pero no tanto, con una excelente fotografía (Hoyte Van Hoytema) y banda sonora (Hans Zimmer), esta última quizás demasiado presente, pero en ambos casos sí tanto.

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