Las inocentes

06 Ene Las inocentes

 

Anne Fontaine es una veterana cineasta, nacida en Luxemburgo aunque afincada en Francia, que como realizadora (también posee experiencia como actriz, fundamentalmente para la televisión) cuenta con una estimable y relativamente amplia filmografía que, en buena parte, ha tenido distribución comercial en España, con algunos trabajos de corte independiente, como Limpieza en seco (1997) o Nathalie X (2003), y otros más situados dentro de la industria, como Coco, de la rebeldía a Chanel (2009). Una obra que siempre ha mantenido un mínimo de dignidad y que incluye varios títulos de indudable interés.

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Una realizadora, pues, absolutamente fiable, que con Las inocentes firma uno de sus mejores trabajos. Un film que está basado en unos desoladores sucesos ocurridos en Polonia a la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, cuando tropas soviéticas, que llegaban para liberar al país de los nazis, asaltaron un convento de clausura y durante tres días violaron a sus religiosas, dejando, aparte de las terribles marcas psicológicas, varios embarazos absolutamente incompatibles con las reglas del convento.

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La película pone en contacto este mundo de la fe, de lo irracional, con el mundo de la ciencia, de lo racional, que representa la joven doctora francesa que, accidentalmente, se ve implicada en el problema de las religiosas. Unas visiones opuestas del mundo que el film atiende con exquisita elegancia y alcance, sin concesiones al misticismo de perra gorda pero también sin caer en la tentación de dar sermones seglares, que, como Teruel, también existen. Idéntico interés presentan las anotaciones que deja sobre el convulso momento histórico, los intereses geopolíticos que se juegan sobre el terreno y el papel de cada potencia en el presente y en el futuro de la zona, con unas víctimas, las monjas de clausura del convento, que lo continuarán siendo aunque el país cambie de manos, de los nazis al estado soviético.

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Dos apartados que están perfectamente planteados y resueltos en una película que, en cambio, acaba adquiriendo su auténtica dimensión como una historia de mujeres enfrentadas a unas cuestiones éticas o morales que les pertenecen solo a ellas y que, en consecuencia, requieren una respuesta de género. Unas soluciones, unas elecciones o unas actitudes que serán diferentes para cada una de ellas, pero que, en todos los casos, están perfectamente descritas a través de unos significativos arcos dramáticos que trascienden lo individual y proporcionan una mirada compleja y sin complejos sobre diversos temas vinculados al universo femenino. Lástima de ese innecesario y reductor epílogo, apenas unos minutos, situado a continuación del auténtico final de la película, la magnífica escena en la noche entre la doctora francesa y la novicia que ha elegido la vida.

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