Cuatro días y cinco noches en la Ribeira Sacra

17 Sep Cuatro días y cinco noches en la Ribeira Sacra

 

La Ribeira Sacra es un espacio de la Galicia interior que incluye 26 ayuntamientos del sur de la provincia de Lugo y del norte de la de Ourense, con el Miño y su afluente el Sil —en realidad es el que más agua lleva, aunque una cuestión técnica le asigna este papel secundario— como espina dorsal de este territorio natural, cuya población de mayor número de habitantes, y capital oficiosa, es Monforte de Lemos. Un espacio de naturaleza, gastronomía y aguas termales que nosotros visitamos de la mano de una agencia, Offitravel (como el blog es personal, hago publicidad de lo que quiero), impecable y atenta hasta la exageración, aunque cada cual puede organizarse el viaje como mejor le convenga.


Nuestro centro de operaciones fue el balneario de Arnoia Caldaria, situado a unos cuatro kilómetros de Ribadavia, un complejo que incluye una gigantesca piscina termal en la que poder relajarse al final de cada jornada, antes de cenar en un buffet libre más que correcto. Desde allí emprendimos, los cuatro días que estuvimos alojados, diversas excursiones que nos permitieron conocer algunos de los lugares más singulares de este privilegiado entorno, tanto de la propia comarca de la Ribeira Sacra como de sus aledaños.


Así, visitamos algunos pueblos que se encuentran fuera de este enclave natural, destacando Carballino, con una curiosa catedral, construida a mediados del pasado siglo XX, que incluye elementos de todos los tiempos, espacios y tendencias —asombrosa— y que se la conoce como Veracruz, ya que fue levantada con las aportaciones de una pudiente comunidad mexicana asentada en la zona. Y Allariz, una ciudad espléndidamente conservada y con un envidiable entorno de naturaleza, que nos propone una sorprendente mixtura, las calles medievales junto a escaparates de las marcas más selectas como Adolfo Domínguez, Roberto Verino y Purificación García.


La propia capital, Orense, en la que estuvimos unas horas antes de coger el tren de vuelta, es una ciudad con un encantador —y peatonal— centro histórico. A destacar unos manantiales termales en la base, las Burgas, una catedral casi en la cima y una estupenda zona de tapeo a sus espaldas, con nuestra recomendación para un local situado en la plaza do Ferro (donde luce una fuente que fue arrancada de su monasterio original durante la desamortización) que se llama O Barallete.


Pasando a Portugal, estuvimos en Valença do Minho, ciudad separada de la española Tui por el río Miño, la frontera natural entre los dos países, aunque ambas ejercen como si fueran una sola ciudad, de modo que una de ellas es como un barrio de la otra y viceversa. Valença do Minho tiene cierto encanto como ciudad fortificada, pero actualmente es una sucesión de tiendas para turistas. Nosotros es que no somos nada de tiendas, pero esto es cosa de cada uno.


Dos monasterios de muchos quilates, o muchas piedras para ser más precisos, el de Celanova, al sur de Orense, considerado como el mayor del sur de Galicia; y el de Santo Estevo, más al norte y junto al cañón del Sil, una mezcla de románico y gótico que cuenta con tres claustros y que, actualmente, es más conocido por albergar el bosque de los Cuatro Vientos, un escenario que aparece en una reciente y popular novela, aunque sin el soporte literario el mencionado bosque resulta un espacio un tanto anodino.


Entre los parajes naturales (o casi) hay muchos que destacar, comenzando por el poblado de Castros (una construcción circular con piedras) de la Reitoral de Gundibós que, según creo recordar, nos dijeron se remontaba a la Edad del Hierro. Castros que vuelven a aparecer en el Monte de Santa Tecla (Santa Trega), situado en la parte más sudoccidental de Galicia, ya en Pontevedra, cerca de la localidad de A Guarda, con una extraordinaria vista sobre el Atlántico y la desembocadura del Miño.


Otro lugar de máximo interés natural es la sierra del Xurés, integrada en el Parque Natural de la Baixa Limia, una amplia extensión compartida entre el sur de Galicia y el norte de Portugal, que invita a un mágico paseo por una antigua calzada romana, en la que nos vamos cruzando con una serie de corgas (cascadas) que caen sobre unas pequeñas pozas que, la verdad, no nos parecieron muy practicables. En las inmediaciones del parque natural se encuentra una iglesia visigoda espléndidamente conservada, Santa Comba de Bande, y el balneario de Lobios, con nacimientos a más de 60 grados de temperatura y un restaurante que cuenta con un original chef, el maestro Domingo, que nos regaló una estupenda e imaginativa comida.


Otra atractiva caminata está situada en las proximidades de la ciudad de Allariz que hemos mencionado anteriormente, el Paseo de Santa Mariña de Augas Santas, una joven celta cristianizada que fue decapitada al negarse a acceder a los deseos de un lujurioso centurión romano y cuya cabeza pegó tres largos tumbos por la tierra, separados por centenares de metros, en los que surgieron sendos manantiales, el último con una cripta medieval que tiene una sauna en su interior. Un bosque realmente mágico que esconde en sus profundidades los restos de un asentamiento romano como si quisiera dotar de verosimilitud a la leyenda que lo anima.


La joya de la corona del viaje se encuentra en el corazón mismo del objetivo central de nuestro viaje, la Ribeira Sacra, y se trata del cañón del Sil, un embalse con más de veinte kilómetros de longitud que pudimos contemplar, primero, desde el mirador de Aba Sacra y más tarde recorrer a bordo de un catamarán. En sus orillas, sobre las laderas inclinadas, o muy inclinadas, de las montañas que cierran el embalse hay centenares de viñas perfectamente alineadas, cuyo cuidado y recolección es directamente suicida, por lo que ha merecido el mítico apelativo de viticultura heroica.


El programa también incluía un par de paradas «ecosostenibles», con dos iniciativas que pretenden recuperar y mantener el hábitat natural de la comarca. La primera de ellas, en el citado parque del Xurés, un proyecto de alfarería, en la que uno de sus integrantes nos hizo una demostración de los métodos tradicionales, primero quemando una pieza y, posteriormente, impermeabilizando su interior mediante resina en polvo, muy interesante. Y la segunda, de nuevo en las proximidades de la villa de Allariz, O Rexo, una amplia extensión de terreno orientado a la fabricación de quesos de oveja, con todos los pasos del producto, desde cuidar y ordeñar las ovejas hasta la transformación de su leche —sin ningún proceso de pasteurización— en estupendos quesos. De nuevo muy interesante, incluida una colección de piedras de respetable tamaño diseminadas por el prado que lucían en sus milenarias superficies motivos y dibujos del artista vasco Agustín Ibarrola.


Fotos: Inma Fernández

1Comment
  • M. José
    Publicado a las 12:40h, 17 septiembre Responder

    Magnífica descripción de un estupendo viaje y en buenisima compañia.

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