La víctima incierta: Anatomía de una novela

26 Abr La víctima incierta: Anatomía de una novela

 

En el lejano verano de 1990 tomé la segunda de las más importantes decisiones de mi vida —la primera pertenece a la esfera íntima—, dejar mi puesto de trabajo en el banco al que me había incorporado a finales de 1972 y buscarme la vida en lo que realmente deseaba desde siempre: el cine y la escritura. No tengo nada contra la entidad bancaria en la que estuve trabajando un montón de años ni, por supuesto, tampoco contra los bancarios que han agotado allí su vida profesional. Simplemente, aquello no era lo mío.


Al año siguiente acudí por primera vez al festival de Cannes, certamen al que asistiría regularmente durante muchos años, y durante el trayecto en coche estuve pensando en alguna historia de ficción con la que comenzar mi recién estrenada nueva vida. Al llegar a Cannes ya tenía eso que los anglosajones llaman high concept y que viene a ser como una idea con el suficiente gancho como para armar un argumento a partir de ella. Yo ya lo tenía: años más tarde de la última sesión de un cineclub (la película proyectada fue «Creature from the Black Lagoon», un clásico del fantástico de serie B de los años cincuenta), la mitad de sus asistentes habían muerto en extrañas circunstancias. Y también tenía un título: «La víctima incierta».


El primer estado de esta ficción fue un tratamiento de guion cinematográfico que obtuvo una subvención del ICAA en su convocatoria de 1992. El guion —al que, en todo caso, le hubieran hecho falta unas cuantas versiones más— anduvo dando tumbos por algunas productoras valencianas, pocas, y finalmente fue a parar a un cajón —y esto es textual, porque en aquel momento las cosas se imprimían en papel y no se guardaban en discos duros—. Pero las historias nunca mueren y aunque anden cerradas bajo llave siguen reclamando su derecho a la existencia.


He vuelto sobre esta historia varias veces a lo largo de los años, siempre en formato de novela, avanzando argumentos, tramas y personajes, que siempre se quedaban en notas, más o menos desarrolladas, sin decidirme a acometer la escritura definitiva. Probablemente porque se trataba de un argumento muy complejo, con multitud de tramas, personajes e interrelaciones, que requería una concentración —y probablemente un aislamiento— que mi vida profesional no me permitía dispensarle.


El que esta vieja idea haya llegado a convertirse, finalmente, en una novela creo que se debe a dos hechos casuales. El primero es la lectura de la extraordinaria novela de Javier Cercas «Anatomía de un instante», que en unas de sus líneas, apenas dos o tres, me proporcionó el aliento que todavía le faltaba a mi novela. Probablemente la falta de este aliento profundo que le diera sentido a toda la historia había pesado más que las aludidas dificultades de concentración a la hora de decidirme a acometer su escritura. He sido incapaz de encontrar la cita textual de la obra de Javier Cercas, pero viene a expresar lo siguiente: en los últimos años del franquismo, cuando el cambio ya estaba en el horizonte, muchos de los antifranquistas de última hora trataban de maquillarse el currículo para medrar en la democracia que se avecinaba. Ese era el nervio que iba a unir toda la trama. Los que se dejaron la piel y no llegaron a ninguna parte y los que pasaron de puntillas y se subieron al futuro. Los que triunfaron y los que perdieron. Los héroes y los impostores. En todos los casos, un material dramático de primera calidad.


La segunda de las circunstancias fue mucho más prosaica, el confinamiento por la pandemia en marzo de 2020. Ya no tenía ninguna excusa para la falta de concentración. Me habían concentrado por decreto. Incluso, cuando nos dejaron salir a la calle, hice el trabajo de campo en la ciudad de Valencia (prácticamente toda la historia sucede allí), aunque la acción estuviera localizada en el 82. Así, treinta años después, aquella vieja historia ha cobrado vida. Mi novela «La victima incierta», que aparecerá en la Feria del Libro de este 2023. Esta ha sido su historia y esta es la historia que nos cuenta la novela:


En junio de 1972, a la última sesión de un cine-club asistieron catorce personas: trece hombres y una mujer. Diez años después, seis de ellos han muerto en extrañas circunstancias. El 30 de octubre de 1982, dos días después de la primera victoria socialista en las elecciones generales, el inspector Nico Varas, un prometedor policía que vio truncada su carrera por un oscuro incidente, investiga la muerte del último de ellos y encuentra un hilo que une todas esas muertes que nunca terminaron de aclararse. La investigación le hará recorrer el paisaje de la Transición y le conducirá desde los que han conseguido escalar un puesto en la economía y la política hasta los que terminaron perdiendo todos los trenes. Todos ellos comenzaron juntos y compartieron similares ideales, pero la vida les ha conducido a lugares muy distintos. Aunque el hilo del que, realmente, quiere tirar Nico Varas es la única mujer que estuvo en aquella sesión, sin saber que, con ello, está dando, de nuevo, un paso hacia el abismo.

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