Rodaje, un joven guionista en el Madrid de los sesenta

15 Mar Rodaje, un joven guionista en el Madrid de los sesenta

 

Manuel Gutiérrez Aragón, uno de los grandes nombres de la historia del cine español, dejó voluntariamente el cine en 2008, tras la estupenda «Todos estamos invitados», y desde entonces ha continuado tejiendo sus historias en el universo de la literatura, con varias novelas desde que debutara en el género en 2009 con «La vida antes de marzo», con la que obtuvo el prestigioso premio Herralde de novela. La última de sus novelas acaba de llegar a las librerías y a los Ebooks, «Rodaje», un relato en el que es inevitable sospechar algunos ecos autobiográficos.


La novela sitúa su acción en el Madrid de los primeros sesenta y está protagonizada por un joven guionista, militante del Partido Comunista de España, que trata de colocar su primer guion profesional a un productor con todas las sombras y vínculos con el Régimen que se le pueden suponer al personaje. El tiempo interno de la novela apenas llega a la semana y está localizado en un significativo y doloroso momento de la historia reciente de España: el fusilamiento de Julián Grimau el 20 de abril de 1963. Un suceso que el novelista pone en significativa relación temporal —desconozco si permitiéndose una licencia dramática— con el rodaje de la secuencia de la ejecución por garrote vil en «El verdugo», de Luis García Berlanga.


Gutiérrez Aragón se permite incluir como personajes a algunos reconocibles personajes reales del momento, los cineastas Bardem y Berlanga, con sus tradicionales rencillas a cuestas, y el siniestro comisario Conesa y sus siniestras dependencias de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol. Unos ambientes que el cineasta debió conocer de primera mano durante su estancia en la capital de España, con una edad similar al protagonista, y que se encuentran perfectamente descritos en el texto, tanto a nivel físico como emocional: un tiempo tan deprimente en lo colectivo como excitante podía ser en lo individual.


El que suscribe conoció «esos» ambientes diez años más tarde en la ciudad de Valencia y, aunque reconoce muchas vivencias —yo también andaba dándole vueltas a eso del cine—, también constata significativas diferencias, especialmente las derivadas del contraste entre una capital como Madrid, siempre un poco corte de los milagros y con toda la crema de la profesión y el poder allí concentrados, y una ciudad de provincias de sabor mediterráneo como Valencia, ya que, hasta la muerte del dictador, la represión del franquismo mantuvo similar intensidad.


A pesar de esta distancia, he compartido plenamente, y eso son galones de escritura y de sinceridad para su autor, los itinerarios existenciales de su protagonista: su inevitable compromiso político, su desconcierto ante la realidad de una industria que pasa de sus sueños de autor, sus pequeñas miserias personales, sus fracasos y traiciones en el terreno sentimental o ese impagable piso compartido por el que hemos pasado muchos… Una novela, pues, que te atrapa por sus dos costados, por su protagonista y por el tiempo que retrata, y que plantea unos dilemas morales y vitales válidos para cualquier tiempo y cualquier lugar. Una buena novela —con Gutiérrez Aragón nadie podía esperar otra cosa— con una escritura de cierta complejidad, algunos cambios de narrador, como ese capítulo dialogado por Laura, y con una recurrente oscilación en el tiempo verbal del pasado y del presente que, la verdad, no he acabado de pillarle la funcionalidad. Quizás la hubiera leído con más comodidad con un texto más uniforme, o más convencional, pero esto también es algo que uno no puede esperar del maestro Gutiérrez Aragón.

1Comment
  • Manuel Gutiérrez Aragón
    Publicado a las 19:05h, 22 mayo Responder

    Muy lúcido comentario. Entre todos, incluido Uris, enviamos un mensaje y un testimonio al futuro. Alguien lo leerá y revivirá nuestras vidas.

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