Fonoescena 2: Nace el cine

27 Mar Fonoescena 2: Nace el cine

 

El cinematógrafo ya estaba inventado, pero el cine todavía no había nacido. Le faltaba el público. Ese paso se dio a finales de ese mismo año. La primera sesión de cine de la historia tuvo lugar en París el 28 de diciembre de 1895, en una pequeña sala conocida como Le Salon Indien que estaba situada en el sótano del Grand Café, un local de la Rive Droite, en el Boulevard des Capucines. La entrada costaba 1 franco y se anunciaba una sesión cada media hora.


En el programa se precisaba que «Este aparato, inventado por Auguste y Louis Lumière, permite recoger, en series de pruebas instantáneas, todos los movimientos que, durante un cierto tiempo, se suceden ante el objetivo, y reproducir, a continuación, estos movimientos proyectando, a tamaño natural, sus imágenes sobre una pantalla y ante una sala entera». Había que explicar al público de qué iba todo aquello porque nunca nadie había visto algo parecido.


El programa incluía diez películas de apenas un minuto de duración, incluyendo por supuesto la primigenia «La salida de los obreros de la fábrica». Todas ellas recogían, en un invariable plano general fijo, algunas escenas de la vida cotidiana, como la demolición de un muro o la llegada de un tren a la estación, esta segunda filmada en un ajustado plano con el tren acercándose a la cámara que provocó más de un susto entre los inocentes espectadores y se cuenta que, incluso, hubo incluso quien se levantó del asiento temeroso de ser arrollado por la máquina.


La toma de imágenes documentales fue durante algún tiempo el objetivo de estas primeras películas, ya que se pensaba que con eso bastaba para asombrar a los espectadores. No obstante, ya en esta primera proyección hay una película que manipula esa realidad para crear una pequeña historia con planteamiento, desarrollo y desenlace. Se trata de «El regador regado», en la que un jardinero esta regando las plantas cuando un mozalbete pisa la manguera e interrumpe el flujo del agua. Nuestro hombre mira asombrado la boquilla y entonces el chico levanta el pie y el chorro de agua impacta en la cara de nuestro jardinero que corre tras el gamberrete y termina dándole una tunda en el trasero.


Esas primeras proyecciones no tuvieron mucho éxito pues, en total, solo asistieron 35 espectadores y la recaudación ascendió a 35 francos. Un espejismo porque la noticia de la nueva magia corrió como la pólvora y en apenas dos semanas la recaudación era de 2.500 francos diarios y las colas llegaban hasta calles vecinas.
Dos momentos trascendentales, pues, la proyección el 22 de marzo de 1895 en la Société d’Encouragement à l’Industrie Nacional, en París, y la primera sesión abierta al público el 28 de diciembre de ese mismo año en el Grand Café de París. En cada una de esas «primeras ocasiones» asistirían unos personajes que pronto marcarían el futuro del nuevo invento, pero esto lo contaremos más adelante.

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