02 Mar La noche del oráculo, una novela de Paul Auster
Aunque no quede nada bien confesarlo, lo cierto es que, hasta la fecha, no había leído nada de Paul Auster, aunque valga en mi descargo que siempre ha sido un autor que he tenido como objetivo. Dos circunstancias han hecho que finalmente convierta en realidad ese objetivo. La primera un comentario que me hizo una buena amiga con la que comparto inquietudes literarias —las dos, la lectura y la escritura— acerca de lo bien que escribía este hombre y de cómo, sin aparentemente seguir ninguna trama ni contarte ninguna historia en concreto, te enganchaba y te hacía navegar por los espacios de la inteligencia. La segunda de estas motivaciones es, además, la que me hizo elegir esta novela en concreto, «La noche del oráculo»: un artículo en El País, que no iba sobre Paul Auster, en el que se citaba este título como motivo de los viajes en el tiempo como material de la ficción. Como se trata de un tema que me interesa particularmente, mi primera novela jugaba con estas paradojas, mi reacción fue inmediata, mataba dos pájaros de un tiro, el autor pendiente y el tema que me fascinaba.
Una vez la tuve en mis manos —aunque fuera dentro de los circuitos un Kindle— comprobé que se trataba de una novela escrita en el 2003, una «lejanía» en el tiempo que quizás hubiera decepcionado a todos esos fanáticos por la actualidad que, sin duda, hubieran preferido comenzar por algún título más reciente —el último a ser posible—, pero no es mi caso ya que estoy convencido de que las buenas obras atraviesan el tiempo y siempre habitan en la actualidad… aunque no puedas comentarlas con el lector de al lado porque no acaban de aparecer.
La novela es un (muy) inteligente laberinto de historias dentro de historias que habla de ese misterio que es la ficción y su relación con la realidad. El lector pronto queda fascinado por ese abismo de mentiras —de invenciones— que le están contando, aunque el relato pueda —como realmente ocurre con una de esas historias— quedar encallado en una situación sin salida que el autor no sabe resolver. Una espiral de ficciones que propicia el propio escritor protagonista, primero tratando de desarrollar un conocido episodio de la genial novela de Dashiell Hammett «El halcón maltés» y más tarde, tras observar el comportamiento de su esposa como si fuera un personaje de ficción, novelando acerca de lo que realmente fueron, o son, sus relaciones y construyendo con ellas un relato incierto que tal vez sea realidad o tal vez sea ficción. En ambos casos mentira porque está dentro de una ficción, o en ambos casos verdad precisamente por eso mismo. Una obra muy sugestiva, con una prosa que se encuentra en otra dimensión y hace que, por momentos, vislumbremos ese (soñado) universo mágico en el que las palabras adquieren vida propia.
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