Nuestros diputados aplauden.

21 Feb Nuestros diputados aplauden.

 

Esta mañana he visto un ratito de la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados (español). No le tengo afición a las tertulias políticas pero los «directos» sí que los veo de vez en cuando. Tampoco es que me encanten, al menos en su actual nivel, pero, al fin y al cabo, son la realidad que tenemos y siempre es bueno conocer la realidad —todas— de primera mano.
Se supone que el objetivo de estas sesiones es dirigir preguntas al gobierno solicitando explicaciones de acciones que ya ha realizado o de proyectos que piensa llevar a cabo. La realidad no es ésa, los diputados preguntan cosas que ya saben, o creen saber, y la respuesta no les interesa en absoluto. Los parlamentarios del partido en el gobierno interpelan a los ministros para darles pie a que se luzcan explicando sus logros. Un mix entre el hacerle la pelota al maestro de nuestras aulas y el así se las ponían a Fernando VII.
Pero es que oposición tampoco muestra —con las escasas excepciones que siempre habrá— ningún interés en lo que le responda el ministro en cuestión, se trata de utilizar la réplica, a la que tienen derecho tras la primera respuesta del interpelado, como un afilado alegato de desautorización global al gobierno y su política. En los pocos minutos que he seguido el debate esta mañana, ha habido un diputado que ha sacado un cum laude en esta cuestión (no diré el partido al que pertenece porque eso no es lo importante), su pregunta se refería a la política lingüística catalana y el 155 —es el tema de la semana—. El ministro le ha contestado, a mí no me ha parecido muy brillante su respuesta, es cuestión de opiniones, pero le ha respondido. Bueno, pues le ha dado lo mismo, ni caso, ha sacado un papel que llevaba escrito de casa, de antes que le contestaran, y lo ha leído tal cual. El contenido, por supuesto, ajustado al modelo indicado, al manual de uso para diputados de la oposición.
Aunque me apena un poco, la verdad es que tampoco me preocupa en exceso. Es el sistema democrático que tenemos y prefiero, con infinita distancia, tener éste que no tener ninguno, como padecí (y uso el singular porque cada cual sabrá cómo lo vivió, o cómo no lo vivió) en el franquismo. Podrían tratar de no ser tan cansinos en sus pelotillas y en sus diatribas, pero…
Ahora bien, lo que no soporto es el tema de los aplausos. Cuando uno de los diputados termina de hablar, los suyos le aplauden (los otros no), pero así todo el rato, como si fueran niños y no personas adultas a las que se les supone un cierto seso porque son diputados. Y esto de aplaudir es auténticamente transversal, aplauden los de derechas y los de izquierdas, los de centro y los antisistema, hombres y mujeres, los que llevan traje y corbata, y los que van con vaqueros y el cuello de la camisa abierto, hasta los que llevan rastas… todos.

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