Polvo de estrellas

11 Ene Polvo de estrellas

 

Los mitos y las religiones, que vienen a ser algo parecido, han tratado de explicar el origen del universo, de la Tierra, de la vida, del hombre… Las soluciones que han propuesto comparten una característica que las desautoriza: no son verificables por ningún método científico conocido.

En el caso de los mitos acostumbra a tratarse de buenas historias que, a lo largo del tiempo, han servido de base para la ficción universal. En el caso de las religiones la cosa es algo más molesta, ya que, a pesar de contar igualmente con sugestivas leyendas, añaden unos dioses empeñados en imponer al personal un modo de pensar y una manera de vivir.

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La ciencia también se ha ocupado de este enigma pero lo ha hecho desde la experimentación y la verificación de teorías. Hoy no lo sabemos todo, probablemente nunca lo hagamos, pero sí sabemos un poco más acerca de cómo aparecieron esos elementos químicos que forman la materia de la que está hecho el universo, la Tierra, la vida y el hombre.

De esto vamos a hablar esta tarde en L’Eliana, en la propuesta cultural que coordina nuestro vecino el físico Jesús Navarro, y para ello vamos a tener que remontarnos a los primeros segundos del universo y ver qué átomos se formaron y por qué unos elementos lo hicieron antes que otros.

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Para el título de este encuentro hemos recurrido a una conocida frase del científico y divulgador Carl Sagan, Somos polvo (“materia” sería la traducción exacta del original) de estrellas, aunque algunas fuentes atribuyen su paternidad al astrónomo estadounidense Harlow Shapley que ya en 1929 dijo: “Nosotros, los seres orgánicos que nos llamamos seres humanos, estamos hechos de la misma materia que las estrellas.”

La ciencia nos dice que en la enorme explosión inicial, eso que llamamos Big Bang, lo primero que se produjeron fueron átomos de hidrógeno que dieron lugar a las estrellas. En el interior de esas estrellas comenzaron a producirse unas reacciones de fusión en las que el hidrógeno se transformaba en helio, un elemento más pesado. Si la temperatura en el centro de una estrella llega a varios millones de grados entonces aparecen elementos tan asociados a la vida como el carbono y el oxígeno. Y si la temperatura es aún mayor pueden formarse otros elementos más pesados como el magnesio, el silicio, el cobalto, el hierro…

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Hay estrellas que cuando concluyen su proceso de fusión se quedan como cuerpos masivos inertes, pero hay otras que, a causa de su masa, cuando llega ese momento se colapsan y estallan. Son las conocidas como “supernovas”. Ese estallido lanza al espacio un huracán de polvo estelar que, por efecto de la gravedad, se condensa en galaxias, planetas y nuevas estrellas que podrían estallar de nuevo en un eterno volver a empezar…

Sin supernovas, pues, no hay vida tal y como la conocemos. No estaríamos aquí, ya que no se habrían generado los metales que hicieron nacer más estrellas, los planetas y la vida misma.

Todo esto podría parecer un mito más —no una religión porque estas supernovas no están interesadas en imponernos ninguna manera de vivir— si no fuera porque la ciencia ha sido capaz de reproducir y analizar estos escenarios en el laboratorio.

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Para hablarnos de todo esto tendremos con nosotros a Berta Rubio, una científica que está destinada en el Instituto de Física Corpuscular (IFIC), un centro mixto entre el CSIC y la Universitat de Valencia, desde la segunda mitad de los años ochenta. Berta Rubio es una de las figuras de referencia del desarrollo de la física nuclear experimental en España y es miembro de diversos comités científicos, nacionales e internacionales, que con sus decisiones sobre los experimentos que se hacen acaban dirigiendo el destino de la investigación científica en su campo.

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