El peatón suicida

29 Jul El peatón suicida

 

Soy de los que respetan los pasos de peatones. Incluso diría que padezco de cierta adicción a respetar los pasos de peatones y a intercambiar una sonrisa amable con el agradecido peatón. Vivo además en una ciudad, L’Eliana, en la que éstos se respetan habitualmente, lo he comprobado muchas veces como peatón y lo he ejercido como conductor, aunque en esta segunda faceta, en ocasiones, haya tenido que escalar una cota singularmente elevada.

Los pasos de peatones constituyen un pequeño salto adelante en la civilización. De la prohibición del semáforo, al acuerdo amigable entre peatones y coches para que el tráfico, el rodado y el arrastrado, resulte más fluido y menos sujeto al arbitrario código temporal de un artefacto. Nada que objetar, todo perfecto.

El único problema —siempre tiene que haber uno, ya que, en caso contrario, no se podría escribir ni contar ninguna historia— es una contumaz especie de peatones suicidas, que se abalanzan sobre los pasos de cebra sin mirar a ninguna parte y sin interrumpir la cadencia de sus pasos, algunos incluso acelerándolos un poco a ver si atropellan al coche que se acerca. Una especie que está creciendo en número en los últimos tiempos, no sé si a causa de un virus que se transmite por los pies, o a que, con la merma progresiva de los derechos civiles, uno se aferre a los pocos que le quedan y los defienda a muerte. Y el paso de peatones parece ser para algunos el último derecho que tienen sobre la Tierra.

1Comment
  • Ricardo
    Publicado a las 21:01h, 01 julio Responder

    Totalmente de acuerdo contigo, Pedro. Tanto fuera, como dentro del coche. Además, parece ser uno de los lugares preferidos para consultar los últimos mensajes del teléfono móbil, posiblemente causado esto, por otro tipo de virus….

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