Dos cineastas en crisis con sus hijas

14 Dic Dos cineastas en crisis con sus hijas

 

Casi de manera simultánea se han estrenado en nuestras salas dos películas que están protagonizadas —una de ellas compartido con una de las hijas— por dos cineasta maduros que han alcanzado el éxito y ahora viven la crisis por todo lo que, voluntariamente, se dejaron en el camino para llegar a esa cima. Uno de ellos es un actor, George Clooney en «Jay Kelly», y el otro un realizador, Stellan Skarsgard en «Sentimental value». Ambas están realizadas por cineastas alejados de los usos y costumbres del cine más comercial, interesados en las emociones y sentimientos de personajes y trama, y con un evidente sello de autor en sus producciones. Unidos, pues, por estas coincidencias, pero también separados por las circunstancias y tradiciones de sus respectivas industrias: los ecos del cine de géneros en el caso del norteamericano Noah Baumbach y la sombra alargada de Bergman y todas las angustias nórdicas en el caso del danés Joachim Trier.


En ambas, el grueso de la crisis que atenaza a sus protagonistas es el alejamiento con sus hijas —en femenino los cuatro vástagos y en masculino sus dos progenitores—, como si esa renuncia o esa traición fuera la más grave que puede cometer un ser humano. Ambas son películas interesantes, pero la primera, «Jay Kelly», resulta más irregular y concentra sus limitaciones, precisamente, en ese apartado de la trama, el de las hijas del actor que interpreta George Clooney (un personaje con algunos ecos propios), cuando resultan mucho más interesantes y complejas las relaciones del protagonista con el antiguo compañero de piso al que le robó el papel y la novia, con su agente y, especialmente, con el maduro director que le dio su primera oportunidad y al que ahora le niega la última.


La segunda, «Sentimental value», una de las grandes películas de la temporada, se sitúa unos cuantos peldaños por encima, por la extraordinaria intensidad moral y emocional del conflicto que atrapa al trío protagonista, el padre y sus dos hijas. Una mirada humanista que contempla a los personajes con más compasión que comprensión, que evita cualquier juicio moral acerca de sus conductas y que termina convirtiéndose en una valiosa indagación del alma humana. Una película que deja huella, que enfrenta al espectador con algunos de sus fantasmas particulares, a cada cual el suyo propio, y que cuenta con una puesta en escena ejemplar y unos actores en estado de gracia, en un relato en el que importa tanto lo que se dice como lo que no se dice.

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