Mentiras y cadenas en la Red

07 Feb Mentiras y cadenas en la Red

 

Internet, la red de redes global, nos prometía democratizar la información. Todos nos convertiríamos en potenciales informadores y nos liberaríamos del yugo de las agencias de noticias y de los imperios de la prensa. La verdad fluiría por la Red como sangre nueva de una información libre. La realidad es exactamente la contraria: la Red es un sumidero de mentiras y, en el mejor de los casos, de verdades interesadas.
Los bulos, las fake news o las mentiras son, además, transversales y carecen de color político. O siendo más precisos, son patrimonio común tanto de las izquierdas como de las derechas, en todas sus acepciones, centros y extremos. Y no me refiero solo a sus creadores y propagadores sino, sobre todo, a sus receptores. Y aquí se encuentra lo más grave —por irresoluble— de la cuestión, cada uno se cree, agradece incluso, la mentira que conviene a sus intereses ideológicos. Todavía no me he recuperado del estupor que me causó la reacción de una compañera de red social, en este caso situada en el extremo de las izquierdas, cuando le indiqué la falsedad de una noticia que había publicado denigrando a la derecha. Me contestó, a través de esa misma red social, que le daba lo mismo que esa noticia fuera verdad o mentira porque en el fondo expresaba la realidad. Asombroso.


Asombrosa me resulta esa credulidad del personal ante esas noticias o informaciones —con esto del coronavirus se ha conseguido un pico de falsedades— que no vienen firmadas por nadie (a no ser que falsifiquen la cabecera de un grupo o, directamente, se inventen otro) y que se corresponden, exactamente, con los anónimos de toda la vida, con aquellos con los que había un pacto social de no hacerles caso. Un periodista y un periódico podrá decir medias verdades o guardarse parte de la información —algo que la gran mayoría de nuestra prensa no hace, dicho sea de paso—, pero se lo pensará mucho antes de publicar una mentira porque detrás hay una firma y una responsabilidad. Algo que no sucede en el anonimato de las redes sociales donde las mentiras han encontrado su caldo de cultivo ideal.
El suma y sigue de esta fe que parecen inspirar las redes sociales lo encontramos en esa serie de mensajes de copia y pega que circulan por el Facebook, herencia directa de las cadenas de toda la vida, aquellas que te prometían suerte en caso de reenviar la carta a diez conocidos o desgracias en caso de no hacerlo. Ahora es más sencillo, no hace falta gastar dinero en sellos, basta con un click, pero el mecanismo es idéntico. Lo sorprendente sigue siendo el eco que encuentran entre el personal a pesar de lo descabellado de sus propuestas.


Concluiré con un ejemplo que, por casualidad, se convirtió en inesperado experimento y está referido a esa cadena que circula por el Facebook que te cuenta que solo puedes ver noticias de unos pocos amigos y que para solucionarlo debes colgar en tu muro un texto que, más o menos, viene a decir que no estás de acuerdo con esta práctica. Una amiga me pidió ayuda para seguir las instrucciones de esta cadena, afirmando que a ella le pasaba eso, sólo veía noticias de unos pocos amigos, y aunque comprendía que esa solución era un poco absurda como no perdía nada… El caso es que tras unos cuantos pasos y liarse un poco, mi amiga desistió de hacerlo y no publicó nada en su muro.
Entonces le pregunté si, realmente, le pasaba eso de que sólo veía mensajes de unos pocos de sus amigos y, para comprobarlo, nos pusimos a repasar su muro contando los amigos que aparecían. No eran los diez o doce que ella pensaba sino bastantes más… Si, finalmente, hubiera publicado el dichoso mensajito y después hubiéramos contado sus amigos, como estábamos haciendo ahora, habría concluido que la cosa había funcionado. Nada más lejos de la realidad, todo es cuestión de sugestión, del efecto placebo y todo eso.

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