15 Jun De Jaca a Copenhague: Primera etapa de un viaje (I)
«En 1927, el físico danés Niels Bohr estableció que el mundo microscópico es incognoscible y solo lo podemos conocer a través de sus interacciones con nuestros aparatos, de sus manifestaciones en el mundo macroscópico. No podemos saber dónde está un electrón hasta que se mide su posición, solo aparece en ese instante. Entre una medición y otra no tiene sentido preguntar cómo se mueve ni dónde está. No podemos saber lo que hace un fotón durante su viaje entre el punto de salida y el punto en que es registrado. Se podría decir que estos objetos cuánticos no existen, es el acto de medición el que los convierte en objetos reales: medidos como una onda, aparecerán como tal; medidos como una partícula, tomarán ese aspecto. Todas las certezas de la física clásica desaparecen en la física cuántica, el mundo subatómico es radicalmente aleatorio. A partir de un artículo del físico alemán Werner Heisenberg, a esta manera de entender las propiedades de los sistemas cuánticos se la conoce como la Interpretación de Copenhague. Los personajes de esta historia pertenecen, claro está, al mundo macroscópico y, como tales, creen gozar de las certezas que este les proporciona. Pero todos ellos, tanto los que continuarán vivos como los que acabarán muertos, están equivocados. No saben que nadie puede escapar para siempre de las incertidumbres del mundo subatómico».
Este es el primer párrafo de la novela que estoy escribiendo, un thriller que se pretende cuántico y se titula «La interpretación de Copenhague», que comienza en Jaca, la ciudad en la que sucede el crimen inicial, y concluye en Copenhague, dónde finalmente se resuelve la trama. Otro viaje, pues, provocado (o justificado, que esto ya no lo sé ni yo mismo) por una historia de ficción que tendrá su culminación en la capital danesa a finales de este verano. Entre ambos destinos los protagonistas deberán viajar a Madrid y Dublín, pero en esas ciudades ya estuvimos (y lo contamos) el año pasado.
Esta entrada pretende dejar constancia de esta primera parte del viaje, la ciudad de Jaca y alrededores, un espacio lleno de atractivos de todo tipo, seguro que cada uno encontrará el suyo y lo más probable es que sea más de uno. Nosotros hicimos el viaje desde Valencia, cinco horitas tranquilas con un cambio de paisaje progresivo y espectacular a partir de la ciudad de Huesca, de los áridos y planos territorios de Teruel y Zaragoza al verde y las montañas del Pirineo aragonés.
Una vez en Jaca nos alojamos —para nuestra forma actual de viajar el alojamiento es importante— en el Apartahotel Jacetania, un pequeño complejo situado en las afueras de la ciudad, al norte, junto al Hospital, después de las instalaciones militares de la Escuela Militar de Montaña del ejército español. Unos apartamentos muy completos y con un Spa en el que refugiarse a última hora de la tarde antes de la cena. No era barato, pero tampoco se le puede catalogar dentro de los establecimientos caros, al menos en la época que hemos ido nosotros. Lo de las afueras tampoco debe asustar mucho, porque se puede llegar andando al centro de la ciudad en un paseo de un cuarto de hora cuesta abajo y para el regreso hay un servicio de bus (la parada la tiene junto a la estación de autobuses) cuyo único inconveniente es que pasa cada hora, en estos momentos a menos cuarto cada hora.
La tarde del primer día y otro día más completo los dedicamos íntegramente a la ciudad de Jaca, una localidad que no llega a los 15.000 habitantes (lógicamente multiplica su población en diversas temporadas punta) y en la que todo se encuentra muy a mano. Su principal seña de identidad es una fortaleza en forma de polígono, envidiablemente conservada, que se conoce como La Ciudadela (para visitarla hay que sacar una entrada). Fue construida a finales del siglo XVII, durante el reinado de Felipe II, y está situada en lo alto de una suave y verde colina. Justo enfrente de ella se encuentra el imprescindible casco viejo y al norte y al sur los dos principales ensanches de la ciudad.
En esa ciudad antigua encontraremos los principales referentes arquitectónicos de la ciudad, comenzando, no podía ser de otro modo, por la Catedral construida en el siglo XI, de fundamentos románicos pero con varias innovaciones que seguro encantan a los amantes de las piedras. También conviene prestar atención a las fachadas de diversos edificios de mucha solera, aunque algunas se encuentren medio ocultas por las terrazas exteriores de algún reconocido local de restauración. No sucede eso en la calle Mayor, un auténtico «yacimiento» de estas pequeñas joyitas, incluyendo el Ayuntamiento y su monumental fachada plateresca. Para pasearla una y otra vez.
No es una ciudad que tenga muchos espacios verdes, claro que tampoco los necesita, pues a poco que te muevas te sales de ella y ya estás en la montaña. Hay un (muy) pequeño y coqueto jardín, el Parque San Lure, en el extremo este de la ciudad, y, a espaldas de La Ciudadela, casi como si fuera una ciudad oculta, hay un amplio espacio verde recorrido por dos vías. La más destacable la segunda, conocida como Paseo de la Cantera, un prolongado recorrido verde (casi dos kilómetros de longitud) perfectamente cuidado y con numerosas variedades de árboles que, en uno de sus márgenes, tiene una serie de viviendas unifamiliares de alto nivel y en el otro vistas sobre el campo de Jaca y el río Aragón. A la entrada de una de esas viviendas se comete el crimen con que se inicia la novela, pero el lector no tiene nada que temer porque cuando el visitante llegue todo habrá pasado ya. (Continuará)
Fotos: Inma Fernández
Eva Maria Gasent
Publicado a las 18:52h, 15 junioPedro, me fascina todo lo que cuentas en este comienzo de viaje «metafísico?»
Esperaremos deseando leerlo lo antes posible.
Marga Otamendi
Publicado a las 15:09h, 18 junioEl libro promete, Pedro. Le auguro un gran éxit.o. Es un tema en auge que despierta una gran curiosidad por transitar en los límites cuestionables de la realidad conocida hasta ahora.
El primer ejemplar que compre se lo dedicaré a mi hijo para debatir con él de tú a tú jeje