02 Abr Fonoescena 3: Los Lumière
La carrera del cinematógrafo la habían ganado los Lumière, pero su nombre se borrará de la nueva industria al poco de comenzar. Apenas llegarán al cambio de siglo. Un comportamiento difícil de comprender desde cualquier punto de vista, ya sea artístico, emprendedor o puramente comercial. Pero así sucedió. ¿Quiénes eran los Lumière?
El padre y patriarca de la saga, Antoine Lumière, comenzó como pintor y luego se pasó a la fotografía, terminando por crear una próspera fábrica de productos fotográficos en las afueras de Lyon, en la que puso a trabajar a sus dos únicos hijos, el mayor Auguste Lumière y el menor Louis Lumière, que estaban separados por diez años de edad.
Consciente de las posibilidades comerciales que ofrecía ese nuevo invento que tantos iban persiguiendo, el cinematógrafo, Antoine Lumière adquirió un Kinetoscopio Edison y encargó a sus hijos que descubrieran la manera de proyectar las imágenes, ya que este era el paso que faltaba para hacer comercial el producto. Los dos hermanos consiguieron cumplir con el objetivo que les había marcado su padre, aunque las referencias adjudican más participación a Louis Lumière que a su hermano Auguste, y en los últimos días de 1895 tuvo lugar la primera proyección pública en Paris.
Tras el éxito de estas primeras sesiones, los Lumière se lanzaron a la realización de películas de una duración entre uno y tres minutos, siempre en planos fijos frontales, en ocasiones en movimiento, ya que estaban filmados a bordo de un tranvía, y siempre con motivos tomados directamente de la realidad, a veces incluso de su propia vida cotidiana. Al poco enviaron operadores a diversos rincones del mundo para que trajeran imágenes de lugares a los que los espectadores no podían llegar (uno de estos hombres, Alexandre Promio, trajo el cine a España), inaugurando de este modo los noticiarios y reportajes. En 1896 ruedan en Rusia «Le couronnement du Tsar Nicolas II» y le descubren al «poder» las posibilidades propagandísticas del nuevo invento.
El cinematógrafo corre como la pólvora y a finales de 1896 ya existen varias empresas que tratan de explotarlo comercialmente: los propios Lumière, Leon Gaumont y Charles Pathé en Francia; Edison, con su marca la Biograph, en los Estados Unidos; la efímera escuela de Brighton en Gran Bretaña… Una carrera que los Lumière aguantan inicialmente a buen ritmo, pues en 1897 ya contaban con un catálogo de más de 350 películas, pero que sorprendentemente abandonan en 1900, cesando su producción cinematográfica y dejando de lado uno de los proyectos comerciales que más dinero iban a dejar a lo largo del tiempo. Auguste Lumière terminó sus estudios de medicina y trabajó en la lucha contra algunas de las grandes enfermedades de su tiempo, como la tuberculosis; y Louis Lumière, el que pasa por ser el auténtico creador del cine, permaneció vinculado a la imagen, especialmente la fotografía, pero siempre desde un punto de vista técnico, ajeno a la explosión creativa que sacudiría a su invento a partir del gran Méliès.
Gerardo Rojo
Publicado a las 18:23h, 27 abrilEspectacular!
En tu línea.
Efectivo y lacónico al tiempo.
Un abrazo