Octogenarios

11 Nov Octogenarios

 

Coinciden en la cartelera valenciana dos películas realizadas por sendos cineastas octogenarios que ocupan un lugar privilegiado en el corazón de los cinéfilos: Woody Allen, a punto de cumplir los 84 años de edad, con «Día de lluvia en New York»; y Ken Loach, con los 83 cumplidos este verano, con «Sorry, we missed you». Dos grandes películas que suman y siguen en la amplia y reconocida trayectoria de ambos realizadores.


La avanzada edad de cada uno de ellos provoca en el espectador veterano un inevitable reflejo de aliento testamentario que luego el tiempo se encargará de confirmar o no. ¿Quién puede sustraerse a ese sentimiento ante una película como «The dead», de John Huston, con esa escena final de la nieve cubriendo la tierra de los vivos y los muertos? En las dos películas mencionadas podemos rastrear esa sabiduría acumulada a lo largo de toda una vida dedicada a observar el alma humana, en ambos casos compartiendo unas conclusiones marcadas por el escepticismo y la decepción.


En la película de Woody Allen, «Día de lluvia en New York», porque la fauna de personajes que contempla, lo «mejorcito» de la sociedad neoyorquina, intelectual y materialmente, son un perfecto conjunto de cretinos que acumulan miserias y carencias de todo tipo, con la excepción de la hermana pequeña tocapelotas que, por lo menos, mantiene la dignidad de la sinceridad. No es que el amigo Woody se haya mostrado demasiado optimista a lo largo de su carrera —tiene más de un título oscuro como la noche más nublada—, pero cuando se ha movido dentro del género de la comedia, y está película lo es, siempre ha dejado abiertas unas cuantas ventanas al optimismo o cuanto menos a la empatía con los personajes. Ahora lo ve todo un poco más negro.


Y más negro, todavía, nos lo pone Ken Loach en «Sorry, we missed you», aunque el cineasta británico nunca haya sido un tipo muy alegre en sus películas. Pero esta vez el presente y el futuro que describe para la clase obrera es particularmente desolador y ni siquiera encontramos el alivio de la solidaridad de clase, pues esa nueva economía que algunos sinvergüenzas pretenden tildar de «colaborativa» crea una nueva clase obrera de falsos autónomos enfrentados los unos a los otros por las migajas que deje caer el capitalismo más salvaje.
Dos grandes películas, con registros de género muy distinto, pero igual de complejas en su mirada hacia unas realidades sociales y humanas que forman parte del mundo en que vivimos… y eso que dicen que es el primero…

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