14 Oct Viejo amigo Cicerón: Texto y actores
Tras un exitoso recorrido por varios escenarios españoles se ha estrenado en la ciudad de Valencia la obra de Ernesto Caballero —uno de los nombres importantes de nuestro panorama teatral— «Viejo amigo Cicerón», que ha permanecido en cartel, en el teatro Olympia, un par de semanas y, según parece, con una buena respuesta de público, al menos así era en la sesión a la que asistí.
Frente a tantas propuestas que apuestan, con legitimidad y buenos resultados, por el espectáculo, esta obra reivindica dos componentes esenciales del teatro de siempre, el texto y los actores, y en ambos casos alcanza unos resultados sobresalientes.
La obra recrea algunos significativos episodios de la vida de Cicerón, uno de los mayores representantes de la intelectualidad política romana del siglo I AC, fundamentalmente los momentos situados en torno al asesinato de Julio César, con todas las cuestiones éticas y políticas que se derivan de esos hechos. Unas cuestiones que la obra pretende trascender a todos los tiempos —los actuales también, por supuesto—, propiciando unas preguntas que todo espectador va a reconocer, como la prevalencia de las leyes sobre cualquier otro poder del estado o las razones que pueden justificar el cambio de una determinada legalidad.
Aparte de los paralelismos que cada cual quiera establecer con actuales situaciones de la política nacional, lo cierto es que la obra pretende situar esas reflexiones en un marco atemporal que las haga universales en el espacio y en el tiempo. Algo que consigue gracias a un texto que juega con sutileza y complejidad con esos dos planos del tiempo, el pasado lejano y el presente remoto, pues nos escenifica los principales episodios de la vida del personaje —nunca olvida, por otra parte, que se trata de un personaje y lo atiende perfectamente en sus necesidades individuales— mediante una sugestiva simbiosis presente / pasado que se revela ejemplarmente ajustada para transmitir esa atemporalidad que pretende la obra. Sin proporcionarnos (imponernos) las respuestas, ya que no solo eso nunca es la misión de una obra de ficción, sino que como, acertada y desoladoramente, se afirma en más de una ocasión en la obra cada época elegirá la interpretación, la respuesta, que más convenga a los intereses de su momento.
José María Pou está inmenso, aunque con eso no descubrimos nada, pero también se sitúan a gran altura sus dos jóvenes compañeros de reparto, Bernat Quintana y Miranda Gas, hija del director de la obra, Mario Gas, otro de los nombres imprescindibles de nuestro teatro.
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