22 Jun Taller de Historia del Cine 2018 / 2019
El pasado 13 de junio compartíamos la última clase del Taller de Cine que programa en L’Eliana la Asociación Salamandra. Una modesta aventura que comenzó nueve meses antes y que ha contado con cerca de 60 inscritos y una media de asistencia que ha rondado las cuarenta personas. Un taller en clave mensual que lo hemos trabajado en dos apartados, uno más teórico, desarrollando temas en el aula, y otro más lúdico, con salidas en grupo al cine y una tertulia posterior ante una mesa bien surtida.
En ese apartado más «académico» hemos desarrollado siete temas planteados sobre un hilo cronológico que, conscientemente, nos hemos saltado en ocasiones para dar entrada a determinados monográficos que aligeraran un poco la monótona cadencia que impone la simple lógica temporal. Todos estos talleres han sido ilustrados, en la segunda parte de cada uno de ellos, con una selección de escenas que expresaran en la «realidad» de la pantalla los conceptos que habíamos desarrollado en la primera parte del taller. Comprender la historia del cine a través de las imágenes.
Comenzamos, como no podía ser de otro modo, con un repaso a los diversos artilugios que finalmente culminaron en el cinematógrafo de los Hermanos Lumière y la primera película de la historia del cine: La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir (1895). Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, Thomas A. Edison creaba su propio cinematógrafo en la costa Este y desataba una guerra de patentes persiguiendo a todo aquel que dispusiera del invento sin pagar el canon correspondiente. Esto provocó que los productores independientes se desplazaran hacia el Oeste, huyendo de los abogados y los pistoleros de Edison, y llegaran hasta Los Ángeles para establecer sus estudios en Hollywood. Es allí donde nace y se desarrolla el cine norteamericano, en el Oeste, a pesar de haber comenzado en el Este.
Y volviendo a Francia, nos ocupamos de la figura imprescindible de Georges Méliès, responsable de la decisiva introducción de la ficción en la pantalla. Hasta entonces el cine se había limitado a filmar la realidad, Méliès comienza a «fabricar» la realidad con sus trucos. Había nacido el cine. Pero la irrupción I Guerra Mundial y la propia idiosincrasia cultural europea hicieron que el cine, que había nacido en suelo francés, adquiriera la mayoría de edad en los Estados Unidos, en los incipientes estudios de Hollywood. Y este fue el objeto de otro de nuestros talleres, la aparición, en ese marco geográfico y cultural, de los tres ejes fundamentales de las historias de la pantalla: la acción, con héroes como Douglas Fairbanks y heroínas como Pearl White; las lágrimas, con las sufridoras Mary Pickford y Lillian Gish; y las risas, con la inagotable colección de grandes cómicos del cine mudo norteamericano: Charles Chaplin, Buster Keaton, Laurel & Hardy, Harold Lloyd, Harry Langdon…
El siguiente paso también era un poco obligado, la irrupción del sonoro y la radical transformación que provocó en la industria. Un «nacimiento» que los anuarios fijan en The jazz Singer (1927), aunque, como vimos en el taller, hubo con anterioridad diversas experiencias de cine sonoro, muchas de ellas precisamente en la Costa Este —en el taller proyectamos unos cortos sonoros interpretados por nuestra Concha Piquer en 1923—. Una tecnología que fue desechada inicialmente por Hollywood, muy probablemente por no asumir costes y riesgos, hasta que una compañía al borde la quiebra, la Warner, decidió jugarse el todo por el todo con el sonoro. El cine había alcanzado su mayoría de edad definitiva.
Idéntico recorrido contemplamos con el cine español —que obviamente será objeto de atención preferente en futuros talleres—, desde sus inicios hasta la Guerra Civil. Con el aragonés Segundo de Chomón, conocido como el Méliès español, como maestro de ceremonias del truco y la ficción en el cine nacional; con nuestra particular obra maestra, La aldea maldita (Florián Rey, 1930); y con esa «peculiar» transición al sonoro que tuvo nuestra industria cinematográfica: La primera película sonora, El misterio de la Puerta del Sol (Francisco Elías, 1929), resultó tal desastre técnico que se retiró de la circulación tras una única proyección en un local de Burgos; la segunda, La canción del día (1930), fue realizada en estudios londinenses y dirigida por el británico G. B. Samuelson; la tercera, Pax (Francisco Elías, 1931), que iba a tener dos versiones, una francesa y otra española, sólo conoció, por dificultades en la financiación, la primera, así que, esta vez, estaba realizada en España pero hablada en francés. Hasta la cuarta no iría la vencida, Carceleras (José Buchs, 1932) —cinco años después de la primera película sonora de la historia del cine—, que abriría esa Edad de Oro de nuestro cine que se truncaría con la Guerra Civil.
Un poco sin perder ese hilo cronológico, dedicamos un taller al expresionismo alemán, uno de los movimientos más influyentes de la historia del cine al convertir la iluminación, la escenografía y la cámara en elementos expresivos, de modo que ya no se «contaba» sólo con la historia o con la interpretación de los actores, sino también con estas nuevas herramientas. Este taller lo realizamos conjuntamente con el de Historia del Arte, tendiendo un puente entre el expresionismo en el plano de las artes plásticas y en su dimensión cinematográfica. Una experiencia muy interesante y muy bien recibida por los participantes de ambos talleres.
Fuera del hilo cronológico programamos dos talleres, uno dedicado a un cineasta, Alfred Hitchcock, y otro a un género, el musical. En el primero analizamos los mecanismos irrepetibles del cineasta británico: el suspense (el espectador sabe más que el personaje), la superación de lo verosímil en función del espectáculo, sus repentinas y arrebatadas historias de amor y, por supuesto, ese concepto tan suyo que es el McGuffin.
Y en el segundo de los casos, el género musical, definimos en primer lugar qué es un musical, que no es lo mismo que una película con bailes y canciones. Un musical es una película cuya temática se desarrolla, total o parcialmente, a través de expresiones musicales, de tal modo que las canciones y la coreografía se integran en la historia —la hacen avanzar y definen a sus personajes— en igualdad de condiciones con las escenas no cantadas o bailadas. Y a continuación describimos las etapas básicas que recorrió hasta alcanzar su madurez como género. Comenzando por el musical geométrico de Busby Berkeley, en el que los números musicales se colocaban «junto» a la trama; continuando por el musical de la alta sociedad de la pareja Fred Astaire y Ginger Rogers, con los números musicales integrados en la acción, pero alejados del universo cotidiano del espectador; y concluyendo con la pareja Gene Kelly y Stanley Donen, que llevan el musical a la calle y culminan la integración de música, baile, argumento y personajes.
Esos talleres en el aula y unas cuantas salidas al cine, en las que hemos visto algunas de las películas importantes de la temporada (Bohemian Rapsody, El vicio del poder, Green book, The Sisters brothers…), ha constituido este agradable curso. Ahora toca preparar el próximo, con nuevos temas, nuevos retos y esperamos que con algún nuevo alumno que se sume al estupendo grupo que ya estamos construyendo.
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