Infiltrado en el KKKlan: El buen cine comercial

13 Nov Infiltrado en el KKKlan: El buen cine comercial

 

Spike Lee es, a estas alturas, un cineasta de largo recorrido y reconocido oficio, que ha transitado desde el aliento independiente de sus inicios (Nola Darling, Do the right thing, etc.) hasta un cine cómodamente situado dentro de la industria, sin perder por ello ni las singularidades de su mirada ni su condición de abanderado de un cine conectado con el lenguaje y las necesidades de la comunidad afroamericana, y manteniendo, igualmente, intacta una permanente intención crítica acerca de flagrantes debilidades de la sociedad norteamericana.


BlacKkKlansman resulta un perfecto ejemplo de todo ello, ya que no sólo constituye un cine sólido y bien armado como (buen) entretenimiento sino que también responde a esas mencionadas expectativas del autor: una evidente implicación con la comunidad afroamericana a la que pertenece el cineasta; un aliento crítico que no se detiene en ese intolerable pasado racista de finales de los setenta, sino que evidencia sus tentáculos actuales en la propia persona del actual presidente de los USA; un «descaro» que le permite sacarle los colores a todo un clásico del cine norteamericano (mundial) como el film de Griffith The birth of a Nation (1915); y algunos destellos de ese cineasta capaz de cualquier cosa, en momentos como el travelling final con los dos protagonistas pistola en mano.


La película está inspirada en un caso real, la «imposible» infiltración de un policía de raza negra, el primero de su localidad, en el KKK a finales de los años 70, que fue convertido en libro por su propio protagonista, Ron Stallworth. Unos hechos que, según las referencias, el cineasta lleva a la pantalla con algunas libertades (aunque uno de los giros más dudosos, desde el punto de vista de la ficción, la asignación de nuestro agente como guardaespaldas del líder del KKK en su visita a la ciudad, resulta ser cierto en la realidad… y es que esto de la ficción y la realidad tienen verosímiles y leyes diferentes) y con algunos recursos narrativos propios del cine de los setenta (las pantallas divididas y diversas referencias a la estética de las blaxploitation).


La película, que estuvo incluida en la Sección Oficial del Festival de Cannes, certamen en el que recibió una cerrada ovación por parte de los asistentes a su primera proyección y obtuvo el Gran Premio del Jurado, constituye, a pesar de algunas facilonas complacencias en la parte final (la detención del poli malo o el escarnio al líder supremacista), todo un ejemplo de un cine inteligente que no pierde de vista al espectador pero tampoco la memoria de unos hechos que nadie debería olvidar.

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