Comanchería

15 Ene Comanchería

 

El título elegido  —el original es Hell or High Water— para su distribución en España, Comanchería (no sé por qué le pongo el tilde), es una palabra que no figura en el diccionario de la R.A.E., lo cual supone una bonita manera de cuidar el lenguaje. Se habría podido titular simplemente Comanches, incluso puede que fuera mejor título que el original, y no atropellar el idioma sin ningún fundamento y lo que es peor sin que nadie le ponga freno.

POST 049.2

Desdichada anécdota del título aparte, lo cierto es que nos encontramos ante una interesante película del británico David Mackenzie, un cineasta, con una filmografía no demasiado amplia, del que, hasta el momento, sólo conocíamos la estimable Young Adam (2003) y la deplorable American Playboy (2009) y que ahora, con este estreno, inclina esta precaria balanza del lado del primero de los trabajos.

POST 049.3

La película posee una trama mínima, dos hermanos atracan bancos en Tejas y son perseguidos por un Ranger a las puertas de la jubilación —un estupendo Jeff Bridges— e incluso cuando se permite alguna complicación argumental —los motivos de la pareja o la resolución del personaje del hermano mayor (interpretado por Ben Foster, el muy convincente Lance Armstrong de The Program)— parece que nos sobre, que no haga falta tanta explicación o que esa aclaración, con sus componentes melodramáticos, reduzca la complejidad del universo que está retratando.

POST 049.4

Lo único que realmente importa acaba siendo el paisaje. Un paisaje físico y humano especialmente desolador, en el que los sentimientos de los personajes —que los tienen y que la película sabe registrar con exquisita precisión y sencillez— aparecen sepultados por una especie de fatalismo que emana del propio entorno. Estamos en la Norteamérica profunda, la de los granjeros arruinados, la de las camareras que matarían por una inesperada propina que les permite pagar la hipoteca, la de los malos tratos al más débil por edad o por sexo, la de los bancos que se quedan con las propiedades de los perdedores, la de las partidas de civiles prestas a tomarse la ley por su mano, la de las familias rotas —las de ayer, las de hoy y las de mañana—, la de las armas que están en todas partes y en todas las manos, la de los poblados deprimidos, la del polvo y el horizonte infinito, la de los sentimientos ocultos bajo la aspereza de unas relaciones desabridas…

POST 049.5

Eso es la película, un paisaje narrado desde las claves del western, un lenguaje que casi forma parte del ADN del cineasta norteamericano. Pocas veces hemos visto en la pantalla un trabajo en el que el entorno —insisto, en su doble acepción, la puramente física y la moral— cuente tanto que acabe siendo la propia obra. Casi como si las personas, los objetos, las casas, las carreteras, la naturaleza… fueran una misma cosa. Admirable.

POST 049.6

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