17 Oct Las partículas elementales: entre la materia y la nada
El ser humano siempre ha pretendido identificar los elementos últimos que conforman la materia. Ya en el siglo V a. C., los griegos pensaron que estaba compuesta por unas partículas elementales indivisibles, que, en diversas combinaciones, darían lugar a los diferentes materiales existentes. Una idea que mantuvieron los alquimistas medievales que trataron de encontrar esa combinación que les permitiera fabricar oro.
A ese elemento mínimo los griegos llamaron átomo, que significaba, precisamente, indivisible. La física atómica encontró finalmente esos átomos, pero no eran tan “indivisibles” como creyeron nuestros antepasados. Estaban compuestos de un núcleo y unos electrones que orbitaban en torno suyo. Más tarde, la física nuclear dirigió su mirada hacia ese núcleo que parecía concentrar toda la masa pero que ocupaba el mínimo espacio, pues si un átomo tuviera el tamaño de un campo de fútbol su núcleo apenas mediría un milímetro. Asombroso, comenzábamos a caminar hacia la nada.
Sin embargo ese núcleo tampoco es la expresión última de la materia porque está integrado por una serie de partículas elementales. Seguimos caminando hacia la nada. ¿Es el final del trayecto o todavía hay algo más allá? ¿Llegaremos finalmente a la nada o a ese (no) vacío que la física actual define como el estado cuántico con la menor energía posible?
El viernes 21 de octubre, a las 19’30 horas, en el Centro Sociocultural de L’Eliana, hablaremos de las partículas elementales y, lo que es más importante, de las aplicaciones que su estudio ha generado en nuestra vida cotidiana. Para ello nos centraremos en una de las instalaciones científicas más impresionantes del planeta: el acelerador de partículas (LHC) situado en Ginebra dentro de las instalaciones del Centro Europeo de Altas Energías (CERN), el mayor que existe en el mundo. Se trata de un túnel situado a 175 metros bajo tierra con una circunferencia de 27 kilómetros, que cuenta con cuatro gigantescos detectores para procesar la información derivada de las colisiones de unas partículas que viajan prácticamente a la velocidad de la luz. Allí trabajan 7.000 científicos en numerosos experimentos independientes.
¿Para qué sirve una instalación tan costosa? ¿Está justificada la inversión? ¿Mejora nuestras condiciones de vida? ¿Ayuda al progreso de la humanidad? Ya les anticipo que la respuesta es un sí con mayúsculas. Más aún, esa inversión debería ser todavía mayor. Para comprobar esta afirmación vamos a contar con uno de esos siete mil científicos que trabajan en el LHC, el vecino de L’Eliana Juan Fuster, un físico experimental que ejerce como profesor de investigación en el Instituto de Física Corpuscular (IFIC) dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Además, Juan Fuster es el representante europeo en la comisión para el estudio de la construcción del próximo acelerador de partículas, todavía mayor que el actual, un proyecto que implica una colaboración a escala mundial. O sea que mejor imposible.
Todo eso será dentro del apartado del programa “Al voltant de la ciencia” dedicado a la física, que dirige y coordina nuestro vecino Jesús Navarro, un físico teórico que también trabaja como investigador en el IFIC. Jesús es una persona muy activa en la vida social de L’Eliana y está especialmente comprometido con la divulgación científica con diversos libros en esta dirección. Ahora será el conductor de una serie de encuentros que nos acercarán a la física y nos desvelarán la influencia que tiene en nuestras vidas cotidianas.
Al lado de estos dos gigantes del conocimiento mi papel como presentador del acto se aproxima a ese vacío cuántico al que hemos aludido. Apenas un “núcleo” más allá de la función de cualquier espectador que se hubiera subido a la mesa para no perderse ninguna de las palabras de los ponentes.
Foto portada: Inma Fernández
Carlos
Publicado a las 21:23h, 18 octubreAllí estaremos Pedro, que buena sesión promete ser.