El cine independiente durante el franquismo.

17 Abr El cine independiente durante el franquismo.

 

Entre la segunda mitad de los años sesenta y la primera de los setenta, coincidiendo con los últimos años del franquismo, tiene lugar en el estado español, fundamentalmente en tres significativos puntos, Madrid, Cataluña y Valencia, un movimiento cinematográfico conocido como cine independiente y mayoritariamente compuesto como una suma de individualidades. No resulta sencillo definir con palabras este movimiento, que algunos prefieren identificar con el apelativo de cine marginal, y en cualquier caso seguro que obtendríamos más de una definición si realizáramos una encuesta entre sus integrantes. A pesar de ello, sí que podemos afirmar que, en esencia, se trata de un cine realizado al margen de los circuitos de la industria (producción, distribución y exhibición) y de la administración de la época, y que, con contadas excepciones, está producido en formatos menores y alternativos al 35 mm., como son el 16 mm. y el 8 mm.,  en sus diferentes variantes.

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Un cine que goza, pues, de las ventajas de una total libertad creativa, pero que igualmente padece las servidumbres de una pobre o incluso inexistente estructura industrial. Un cine que, tal como imponen las circunstancias sociales del tardofranquismo, adopta, en la mayoría de los casos, unas posiciones combativas con el sistema, ya sea desde unos planteamientos sociales, políticos, de reivindicación de las libertades individuales (especialmente las referidas al sexo y los afectos), o de superación del lenguaje cinematográfico dominante.

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Los antecedentes del movimiento se remontan al año 1955, ya que el entonces conocido como cine amateur llegó a participar en las célebres Conversaciones de Salamanca que diagnosticaron el estado del cine español del momento. Al año siguiente se presentaría, con la participación del cineasta Javier Aguirre, un Manifiesto en pro de un auténtico Cine Amateur, que marca el inicio de la transición de este cine de aficionados y sabor familiar hacia lo que será el cine independiente en la década siguiente.

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Entre los cineastas que, con mayor o menor insistencia, participaron en el movimiento encontramos numerosos nombres que posteriormente dieron el salto al cine profesional y llevaron a cabo una reconocida carrera que, en algunos casos, llega hasta nuestros días, como Jaime Camino, Emilio Martínez Lázaro, Gonzalo Suárez, Alfonso Ungría, Francesc Bellmunt, etc., ya que un rasgo prácticamente común a todos los que, de una manera u otra, participamos en el cine independiente era la elección del cine como alternativa vital y profesional. Esta lista de nombres no se agota, sin embargo, en los cineastas, pues igualmente encontramos a novelistas como Enrique Vila Matas o músicos como Carles Santos que, en los inicios de sus carreras, también se movieron en los ambientes del cine independiente.

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La obra de referencia sobre este fenómeno es “Historia crítica y documentada del cine independiente en España (1955-1975)”, escrita por Llorenç Soler y Joaquim Romaguera (ediciones Laertes), un trabajo exhaustivo que, aunque no evita el punto de vista de sus autores, especialmente de Llorenç Soler, que es el responsable de la parte de ensayo, mantiene en todo momento una mirada objetiva y rigurosa.

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El cine independiente valenciano, que está adecuadamente recogido en la obra citada, cuenta, sin embargo con una obra propia, “El baile de los malditos (cine independiente valenciano 1967-1975)”, escrita por el periodista Abelardo Muñoz y editada por la Filmoteca Valenciana. En este caso, aunque la labor de documentación sigue mereciendo una alta calificación, la mirada es más de autor, más personal, tal como evidencia la elección de ese título tan novelesco y cinéfilo que luce. Quizás fuera lo que se mereciera o lo que necesitara ese cine independiente realizado en nuestra tierra, “un cine que nunca mostró vocación o interés por ser conocido más allá de las fronteras del País València. Ideológicamente el movimiento valenciano fue un caos. Complejas producciones de reflexión inequívocamente materialista alternaron con films de directo y claro testimonio social, con otros de reivindicación nacionalista, con películas donde primaba la experimentación sobre el código lingüístico, y con un grueso paquete de películas desarraigadas, efectistas, pequeño burguesas y autocomplacientes, que tanto podían haberse dado en País València como en sus antípodas geográficos.” (Llorenç Soler, obra citada).

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Yo estuve en ese maravilloso caos que fue el cine independiente valenciano, lo mismo que Abelardo Muñoz, el autor del libro que hemos mencionado, y sin negarle la vez al bueno de Llorenç Soler —una excelente persona y cineasta con el que, muchos años más tarde, llegaría a trabajar como guionista en “Vida de familia”—, en el cine independiente valenciano hubo algo más que las frías razones de la razón. Hubo un sentimiento de vida y de cine que cada cual expresamos y vivimos a nuestra manera, como buenos valencianos en una inmensa y desordenada falla que terminó siendo devorada por el fuego de la transición política.

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El viernes 22 de abril, en el Centro Sociocultural, tenemos una cita con el tiempo del cine independiente valenciano. En la mesa me acompañarán otras dos personas que lo vivieron en primera persona, Alfred Ramos y Joan Vergara, y proyectaremos una de sus películas, “Terres d’arros”, uno de los títulos fundamentales del cine independiente valenciano.

(Fotos portada: Inma Fernández)

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