El monarca de las sombras: la realidad imita a la ficción.

18 Jun El monarca de las sombras: la realidad imita a la ficción.

 

No leo, ni mucho menos, lo que debería y lo que me gustaría. Por eso no acostumbro a repetir con un mismo autor, prefiero conocer a otro. Pero de Javier Cercas ya he leído tres novelas, o lo que sean, porque sus relatos de no ficción se mueven por las fronteras de muchas narrativas.
Ya había leído “Anatomía de un instante” y “El impostor”, ambas excelentes, especialmente la primera, una obra que todavía sigue dando vueltas por mi cabeza. Ahora acabo de leer “El monarca de las sombras”, otra magnífica novela que recorre muchos caminos y que lo mismo te está hablando de la memoria, que de la herencia generacional, que de las leyes de la escritura, que del oficio de escritor o que de nuestra guerra civil… o de todas las guerras civiles. Varias líneas de reflexión que se cruzan en una sólida red que constituye la propia novela. Admirable.

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Pero no es mi propósito realizar una crítica literaria de la novela. No sabría hacerlo, además. La intención de esta entrada se limita a comentar dos conceptos que me sugirió su lectura. El primero hace referencia a lo políticamente correcto o incorrecto, pues no ha faltado algún berzas que le ha reprochado una supuesta tibieza o equidistancia respecto de los dos bandos enfrentados en la guerra civil española. Para mí, lo políticamente incorrecto es sinónimo de complejidad, lo mismo que su antónimo lo es de simpleza. Y ser políticamente incorrecto no consiste en jalear los defectos del contrario sino en escarbar en las contradicciones de los iguales. Javier Cercas nos ofrece una obra con un alto grado de complejidad, igual que lo tenían las otras dos que he citado, y de eso se deriva esa (mal llamada) incorrección política que, en cambio, debería ser norma de nuestro pensamiento y no frontera que no debemos traspasar si no queremos ser vistos con desconfianza por la tribu… por la nuestra, claro está.

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La segunda de las reflexiones concierne a un tópico que, seguro, hemos escuchado más de una vez. Aquello de que la ficción imita la realidad versus la realidad imita la ficción. Siempre lo había considerado una frase brillante, con unas sugestivas resonancias literarias, pero poco más. Pero la lectura de “El monarca de las sombras” ha convertido esta licencia poética en un hecho: la realidad imita la ficción.
Esa misma realidad que le proporciona, más o menos cuando se inicia el último tercio de la obra y de la mano de la revelación de un familiar acerca de algo que le contaron respecto al protagonista, un punto de giro que le permite, al autor y a la propia historia, completar el arco dramático del personaje. Es el recurso que necesitaba en la ficción pero se lo ha proporcionado la propia realidad.

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Pero no acaba ahí el empeño que muestra la realidad por travestirse de ficción, pues, esta vez en el primer tercio de la obra (un poco como si, como en el caso anterior, se quisiera situar en el momento de la narración que le adjudican los manuales), los dos libros que el autor encuentra propiedad del personaje que está investigando —un tío de su madre que murió joven en la batalla del Ebro combatiendo en las filas franquistas desde los ideales falangistas—, “La Ilíada” y “La Odisea”, esos dos y no otros puesto que no queda ninguno más que le perteneciera, le sirven como anillo al dedo para armar la ajustada reflexión final que acaba otorgando el máximo de grandeza y trascendencia a la obra.
Casi como si la realidad fuera consciente de que sólo puede alcanzar la categoría de la existencia dentro de la ficción y se aprestara a ofrecer los elementos necesarios para ser contada.

1Comment
  • luis
    Publicado a las 09:44h, 25 junio Responder

    A los lectores habituales y compulsivos nos gusta que nos mientan. En realidad es lo único que buscamos, Una ficción/mentira contada de tal manera que su lectura nos resulte atractiva y en el mejor de los casos deslumbrante. Odio la tópica y desafortunada frase «la ficción imita la realidad» o su alternativa » la realidad llega donde no lo hace la ficción» y las odio porque ambas son mentiras. Jamás la realidad, sometida a las leyes físicas y naturales de la vida podrá alcnzar los infinitos limites que tiene la ficción a la que ninguna imaginación le es ajena.
    He leído El Monarca de las Sombras como una historia de ficción. Me dá exactamente lo mismo que lo que cuenta haya sucedido así o de otra manera. O que se haya inventado persanoajes para darle mayor consistencia literaria al relato. De echo me gustaría que así fuese. Y mi impresion lectora no varía en absoluto. La novela me ha gustado y me gustaría que todo fuese inventado, incluso algunos comentarios políticos poco afortunados, porque formarían parte de la libertad discursiva e imaginativa de un escritor. Tal vez por eso no leo libros de historia, porque siempre tengo la duda de si lo que estoy leyendo sucedió realmente o es tan solo una interpretación del autor/recopilador.
    Larga vida a la ficción. Larga vida a la mentira.
    Además querido Pedro nosotros tenemos la suerte de que podremos hablar de estas y de otras muchas cosas con el autor Javier Cercas a quien tendremos con nosotros en L´Eliana proximamente.
    Bueno y también en el Club Cultural del Mississipi.

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