Manchester by the sea

16 Feb Manchester by the sea

 

Una atractiva película que ha sido nominada a seis Oscars, todos ellos pertenecientes a los apartados más prestigiosos, y que se estrena en España con un título equívoco —nada que ver con la ciudad británica de Manchester—, ya que Manchester by the sea es, en realidad, el nombre de una pequeña ciudad norteamericana situada en el norte del país (lo mismo que pueda ser Tavernes de la Valldigna o Medina del Campo), en el estado de Massachusetts, y relativamente famosa por la belleza de sus costas y sus playas. El film, que constituye el tercer largometraje de su prometedor realizador (tras las interesantes Puedes contar conmigo y Margaret, y sus reconocidos trabajos como guionista en Una terapia peligrosa y Gangs of New York), está concebido como una prolongada radiografía del dolor humano y cuenta con el decisivo aliciente de contemplarlo a través de una mirada distante y desprovista de los recursos melodramáticos al uso para este tipo de sentimientos y emociones en la pantalla.

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Esta es la gran virtud de la película, que no es poco, aunque para recrear esta historia de hombre marcado por el dolor, que debe regresar a su pueblo para vivir de nuevo en el dolor, puede que no hiciera falta tanto metraje, y también puede que algunos flash-backs sobren por redundantes, o que el ceño permanentemente fruncido del protagonista acabe cargando un poco… Unas relativas debilidades del film que, en parte, son congénitas a cierto cine norteamericano independiente que parece agotar y justificar su condición en la “sinceridad” de la situación de partida, aunque después no termine de desarrollarla con acierto o la desarrolle solo a medias.

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A pesar de ello, la película sigue siendo un trabajo arriesgado e interesante, ya que nada a contracorriente cuando no concede concesiones al espectador y acierta cuando se sumerge en ese dolor humano que nada ni nadie podrá borrar nunca. Pero, en ocasiones, el relato se queda estancado en una especie de tierra de nadie, dando vueltas sobre unas situaciones y unas emociones que el espectador ya conoce. Puede que el cineasta lo haya pretendido, tratando con ello de involucrar todavía más al espectador, pero a mí acaba desconectándome un tanto del drama de este irascible y hosco fontanero, un Cassey Afleck muy efectivo unas veces y un tanto monocorde otras, que vive marcado por un terrible suceso del pasado que, a pesar de su carácter fortuito, carga sobre sus hombros una insoportable culpa. Buen cine, en cualquier caso.

POST 055.4

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