Julieta, de Almodóvar

05 May Julieta, de Almodóvar

 

La última película de Pedro Almodóvar, sin duda nuestro cineasta más internacional y me atrevería a decir que más apreciado fuera de nuestras fronteras, se sitúa dentro de uno de los géneros que marcan su obra, el melodrama crecido a la sombra de los dos grandes del modelo, Sirk y Fassbinder. Esta vez sin salidas de comedia, en estado puro y con un personaje, la mujer del título que interpretan a medias Emma Suárez y Adriana Ugarte, sometida a unos poderosos tormentos íntimos que le hacen deslizarse por los infiernos de la desesperación.

Estos relatos de corte psicológico y alto voltaje emocional tienen que estar soportados sobre unas motivaciones poderosas que permitan al espectador justificar y compartir los sentimientos desatados y la pulsión autodestructiva de los personajes. De otro modo, el drama queda hueco, gratuito y no nos lo creemos. Esto segundo es lo que sucede en esta película, el gran secreto oculto de la familia, que conduce a la radical separación entre la madre y su hija, es demasiado débil, por no decir que hace aguas por todas partes. Tanto es así que el cineasta debió sospecharlo y aparece reforzado con otro suceso de similares características a principios de la película. Este suceso complementario, sin embargo, es todavía más débil y, en lugar de reforzar el principal, lo que hace es ponerlo todavía más en tela de juicio. Esta limitación, que termina situando bajo sospecha los comportamientos de los personajes, prácticamente desactiva el drama.

POST 023.2

El segundo problema, no sé si por este orden respecto a los que se citan a continuación, es la deficiente concepción de los diálogos, que, en general, aparecen privados de la naturalidad que exige el medio y están construidos en función de la historia y no de los personajes, ya que estos dicen, o cuentan, lo que conviene para que el relato y sus conflictos morales avancen o queden claros para el espectador y no lo que les exige su propia condición de personajes. Llueve sobre mojado y todavía nos creemos menos la película.

Restan y siguen diversos aspectos referidos a la propia estructura dramática del relato en un sentido amplio, con prolongadas caídas de ritmo (emocional), evoluciones mal definidas de los personajes (particularmente errática en el caso de la hija), algunos recursos sacados de la chistera para resolver situaciones trascendentes (la última llamada del marido a la criada que interpreta Rossy de Palma), otros un tanto marcianos (la granja de ejercicios espirituales), y una molesta insistencia en matar personajes para quitarse o para resolver problemas de la trama, tantos que, así a vuela pluma, cuento hasta cinco cadáveres.

POST 023.3

Uno de los trabajos más flojos del cineasta y es que entre títulos como Mujeres al borde de un ataque de nervios, Entre tinieblas o Carne trémula, con el margen para la discrepancia que se quiera pero sólidos como productos, y la deriva de sus últimos títulos (La piel que habito, Los amantes pasajeros y la presente Julieta) media un abismo que amenaza en convertir algunos rasgos característicos de su cine en una caricatura de sí mismos.

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2 Comments
  • Espe
    Publicado a las 19:44h, 11 mayo Responder

    Totalmente de acuerdo. Es esta otra de las «pelis» más flojitas del cineasta manchego. Creo que como casi todo, esto debe ir por modas, y a Almodobar se le paso su momento. Más vale que se mantenga en barbecho una larga temporada.

  • ANTONIO LLORENS SANCHIS
    Publicado a las 15:35h, 03 agosto Responder

    los muertos creo que son seis (el marido y el hijo de la joven, ahogados ambos); la pervertida artista; el señor del tren; etc.). Con o sin vuela pluma, contarlos da dentera… Abrazotes,

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